Estos días se habla del Foro Económico Mundial de Davos, un lugar donde se reúnen para hablar del presente y futuro de la economía. Se sientan a debatir los llamados milmillonarios y sus multinacionales, así como gobiernos y políticos que, ni por asomo, han sido elegidos por sus parlamentos para estar ahí. Lo sorprendente de este año es su desvelo por un liderazgo responsable y receptivo. ¿Qué entienden estos señores por responsable? Y aquí es cuando uno no saber si reír o llorar. Ni más ni menos que su preocupación es reformular el capitalismo para que sea más inclusivo, una reforma de la economía para que no haya tanta desigualdad, para distribuir mejor la riqueza. El reto, dicen, es cómo traducir el crecimiento económico en avances sociales. Loable tarea que, por supuesto, se la encargan a los gobiernos que ellos mismos han propiciado. Esto lo dicen quienes utilizan una intrincada red de paraísos fiscales para no pagar impuestos. ¿A quién pretenden engañar?

Podríamos pensar que les ha entrado un ataque de solidaridad, por supuesto a cargo de los que no están sentados allí. Pero no. Algunos deben haber leído a Kant cuando nos dice que aquello que no somos capaces de arreglar entre todos, se encargará la naturaleza de hacerlo por nosotros, a través de desastres, revueltas, guerras, migraciones, etc. Saben que, con esta brutal explotación, provocando tanta miseria, destruirán la credibilidad de los sistemas políticos y económicos de los que extraen sus fortunas. No es responsabilidad, es el miedo a matar a la gallina de los huevos de oro.

*Catedrático de Ética