Desde aquellas sufragistas del siglo pasado solicitando el derecho al voto para las mujeres hasta los esfuerzos de Clara Campoamor en España, entre otros, por el mismo derecho, la sociedad ha avanzado sobre la igualdad de género, pero subsiste todavía la brecha salarial por esta razón, y la violencia: queda mucho por hacer respecto a la pretendida igualdad en general.

Y no solo en nuestro país. Y no solo en la cuestión de género: la pobreza --relativa o absoluta--, la consideración clasista, el pernicioso etnocentrismo y otras desigualdades no han logrado encontrar aún la justa solución.

PARECE claro que, para muchos, la igualdad es un mito. Todos vamos a la realidad de las cosas mismas, pero no son las mismas cosas para todos. No es igual el caso del anoréxico que se muere en un mar de abundancia que el hambriento que se muere de hambre por falta de alimentos.

La interpretación es, demasiadas veces, simplista. La proximidad o la lejanía de un suceso no es lo mismo según donde uno se encuentre.

LA IGUALDAD, que debería ser universal, no lo es. El hecho de que una persona pertenezca a una u otra cultura no habría de afectar para nada su condición de pertenencia a la especie humana, sino que debería ser la misma, pese al etnocentrismo reinante.

La igualdad, aun con las apariencias, no puede ser un mito, sino una realidad alcanzable y a la que hay que tender irremediablemente. Es un deber.

*Profesor