La polémica que se ha armado con lo de las carreras de montaña ha sido tremenda. Como tremenda es la estulticia de quienes querían prohibirnos salir a correr al campo por miedo a que, de tanta velocidad, saltaran chispas de nuestras zapatillas y termináramos incendiando un paraje natural.

El monte arde porque las administraciones encargadas de su cuidado no invierten lo suficiente. No porque cuarenta, ochenta o cien personas salgan a hacer deporte.

Arde porque no se invierte un euro en prevención, formación y cuidado. Los expertos lo saben. Hay que gastar dinero en prevención forestal para no tener que gastarlo en intervención.

Menos mal que a las mentes pensantes que querían prohibir las carreras de montaña durante casi seis meses al año se les ha encendido la bombillita del sentido común a tiempo y han reculado de su intención inicial.

LA CONSELLERIA de Medio Ambiente debería disponer de mucho más presupuesto. Tendría que intervenir en invierno en nuestros bosques, retirando maleza, humidificando, creando cortafuegos, balsas y demás. Pero no lo hace. O al menos no con la determinación que el tema requiere.

Por eso, porque no atacamos el problema de nuestros bosques de raíz, sino que nos limitamos a paliar en la medida de lo posible las consecuencias de los desastres, nos va como nos va. Por eso nos luce el pelo como nos luce. Porque quien debería hacer no hace y quien podría tampoco.

*Escritor