Estamos remontando la crisis, nos dicen. Sin embargo, un tercio de los salarios son precarios. Trabajar más de ocho horas al día y no llegar al salario mínimo no será legal, pero se está convirtiendo en normal. A los mismos que les pidieron que se apretaran el cinturón, ahora que la economía empieza a ir bien, les dicen que no gasten tanto en medicinas, que no se calienten tanto en invierno, que no es necesario que sus hijos vayan a la universidad. Algunos desde el cinismo más absoluto aconsejan, a quienes apenas llegan a final de mes, que contraten un plan de pensiones para el futuro, pues pinta peor.

La responsabilidad de esta situación la tienen los gobiernos, el socialista comenzó y los populares remataron, que permitieron esta desregulación del mercado laboral y esta pauperización de los salarios. Hay que tener paciencia, nos dicen nuestros ministros, con un pie en Europa y otro en el consejo de administración del Ibex-35. Mientras, permiten que quienes les vayan a abrir las puertas cobren millones de euros.

Pero no solo los políticos son los responsables de esta injusticia. La responsabilidad siempre es compartida, es co-responsabilidad. Si los beneficios empresariales están creciendo, si estamos viendo el final del túnel, también debería notarse la implicación de las empresas en la mejora de los salarios y en la calidad del empleo, en el desarrollo económico y social. Pero no es este el caso, como bien muestra el sector turístico. Forma parte de la responsabilidad social de la empresa procurar un trabajo y un salario digno. Si puede, debe.

*Catedrático de Ética