Cuando te preparas para entrevistar a alguien que se distingue por haber conseguido la perfección en su trabajo, te planteas una serie de tópicos tratando de imaginar con quién te vas a encontrar: ¿Será exigente, competitivo?, ¿tendrá un horizonte muy claro, con altas aspiraciones? Pero la realidad suele darnos lecciones cuando menos lo esperamos y una de ellas es que los tópicos son una forma de clasificación muy manida, pero a menudo injusta, porque incluso en los colectivos más homogéneos, existen multitud de singularidades, más si cabe cuando de personas hablamos, por lo que lo mejor es dejar de lado los prejuicios y prepararse para conocer a alguien interesante.

Porque Alberto Torregrosa, un vecino de Altura de 25 años que hace tres finalizó su formación en el Grado Superior de Automoción en el IES Botànic Cavanilles de la Vall d’Uixó, lo es. Sus méritos académicos son dignos de mención. Logró el premio extraordinario que concede la Generalitat valenciana a los estudiantes con calificaciones excelentes, por finalizar sus estudios con un 10 en todas las asignaturas. Por si fuera poco, esta misma semana le llegó la noticia de que el Ministerio de Educación le ha concedido el Premio Nacional de Rendimiento Académico por las mismas razones. Sin duda, un estudiante modelo que en ningún momento se propuso llegar a serlo.

Para conocerlo solo hace falta acercarse a la ITV de Vila-real, donde lleva trabajando como inspector desde que finalizó sus estudios. Fue el lugar donde desarrolló las prácticas y donde sus capacidades no pasaron desapercibidas para la empresa, que no dudó en incorporarlo a su plantilla.

Hablando de tópicos, uno puede pensar que un estudiante de 10, con reconocimientos académicos tan reseñables, tendrá en la cabeza grandes proyectos. Pero Alberto es un hombre sencillo, con ideas sencillas. Su pretensión solo era hacer lo que le gustaba.

No se encerraba en casa para estudiar tanto como fuera posible y obtener la nota más alta. De hecho, no duda en reconocer que «a lo que más tiempo dedico es al deporte», en concreto el de la bicicleta, que le apasiona y en el que compite como aficionado cuando puede, y por el que no descarta ampliar sus estudios en este ámbito, abriéndose más opciones profesionales.

Alberto no perseguía ser el mejor de la clase, ni distinguirse, ni alcanzar los reconocimientos de los que se ha hecho merecedor. De hecho, incluso podría parecer que le incomode recibir halagos por ello, porque no los busca. Aún así, nada puede hacer por evitar erigirse en un buen modelo para muchos jóvenes que, simplemente, no encuentran su horizonte. «Tuve mi fase rebelde», recuerda, pero la madurez y encontrar el camino adecuado en el momento oportuno y saber aprovecharlo, lo han convertido en el mejor, a pesar de no pretenderlo.

mediterraneo@elperiodico.com