Una de las muchas consecuencias que todavía arrastramos de la pasada crisis es el elevado endeudamiento de las Pymes españolas. A finales del 2015 ascendía a más de 0,9 billones de euros, cifra excesiva pese al esfuerzo importante que se ha realizado para reducirla desde sus máximos históricos allá por el 2007.

Esta excesiva carga financiera supone un lastre para el crecimiento y para la competitividad de la empresa española y se refleja de manera muy clara en un índice que ha elaborado el Banco de Pagos de Basilea, que mide el servicio de la deuda privada, es decir, el porcentaje de la renta generada por la empresa destinado a devolver los intereses y el principal de la deuda. El citado índice llega hasta el 41,8% para las empresas españolas, o lo que es lo mismo, casi la mitad de los recursos generados van destinados a amortizar deuda. Lo paradójico del asunto es que estas empresas que han sobrevivido a lo peor de la crisis son ahora rentables y generan beneficios, pero, claro, no los suficientes para acometer el lastre que supone su deuda.

Son caramelos demasiado apetitosos para que los fondos de inversión los dejen escapar, sobre todo cuando están ávidos de negocios rentables, aquellos que solo inyectando el capital suficiente para eliminar la carga financiera se transforman en negocios viables. En los últimos años los diferentes gobiernos han dedicado importantes recursos a fomentar la creación de empresas y, en mi opinión, no se ha prestado la suficiente atención a empresas como las descritas, que, mediante determinadas políticas de apoyo, podrían ser reflotadas con éxito. Es más sencillo reflotar un negocio rentable que crear uno desde cero. H