Según el diccionario, dícese de aquellos que actúan o hablan sin respeto y con descaro, también de quienes se conducen de forma ilegal o inmoral. Pues bien, en mi humilde opinión, ambos sentidos coinciden en aquellos que estos días se empeñan en decirnos que estamos saliendo de la crisis, que ya vemos los buenos resultados de las políticas de austeridad.

Faltan al respeto porque conocen perfectamente la situación real de nuestro país y la mantienen con su gestión de los presupuestos, pagando con ellos silencios y lealtades. Mientras lucen su chulería, la juventud se ve sin futuro; la sanidad y la educación se deterioran; los salarios miserables apenas llegan al mínimo exigido por la ley; las pensiones ya no son una seguridad sino una amenaza. La riqueza está aumentando para los ricos, al igual que la pobreza para los pobres. ¿Es esto recuperación? ¿Es esto pagar la deuda social provocada por la crisis?

Inmorales porque sabiendo que una sociedad no funciona si la economía solo hace que aumentar la desigualdad y la pobreza, ellos la mantienen y se llevan los beneficios. La renta no alcanza si solo pagan sus impuestos trabajadores, autónomos y pequeñas empresas. Es una indecencia predicar austeridad y moderación para quienes no llegan a final de mes, mientras facilitan la vida a directivos que cobran decenas de millones y que, por supuesto, les guardarán un sillón en su consejo de administración para el día de mañana.

Las amnistías y los paraísos fiscales son un buen ejemplo de cómo actúan estos sinvergüenzas, de cuál es su contribución para que todos puedan salir de la pobreza y llevar adelante una vida digna.

*Catedrático de Ética