La violencia en el deporte siempre es condenable, pero todavía abochorna más cuando estas actitudes se producen en los campos de fútbol base. En la mente de todos siguen grabadas las imágenes de unos padres en Mallorca que perturbaron especialmente a quienes se desviven cada fin de semana por acompañar a sus chavales y pasar un buen rato. Una situación que, sin ir más lejos, se repitió este fin de semana, esta vez, en Andorra y en categoría juvenil, cuando jugadores y aficionados se enzarzaron en una monumental pelea. Pero en toda moneda hay una cruz y una cara. Para dar ejemplo de buena convivencia, el equipo de Peñíscola reunió a sus benjamines con los rivales en un tercer tiempo que sirvió para comentar las jugadas y hacerles recordar que, a sus edades, lo más importante es divertirse.

«La idea se le ocurrió a una de las madres», comenta Raúl Carlos Manuel, uno de los integrantes de la directiva de la Asociación Cultural y Deportiva (ACD) de Peñíscola. «Todos vimos lo de Mallorca y, de vez en cuando, aparecen noticias parecidas, así que decidimos tomar nosotros la iniciativa», añade.

Cuando se acabó el encuentro, los jugadores de ambos equipos se juntaron en una mesa a comer un bocadillo y recuperarse del esfuerzo, demostrando lo fácil que es conjugar la emoción del partido con el compañerismo. Y eso que las dos plantillas se jugaban mucho. «Nos enfrentábamos contra el Borriol, el primero contra el segundo de la liga, y perdimos por 0-5», señaló.

Una anécdota

Lo que para cualquier aficionado de los grandes del balompié sería un disgusto enorme, para estos chicos no fue más que una anécdota, ya que, muchas veces, «la competitividad está más en algunos padres que en unos niños que piensan más allá de la victoria y la derrota», indican desde la entidad.

Nuevas propuestas

Tras la repercusión de esta sencilla actividad, en el club se plantean impulsar nuevas iniciativas en el futuro, «con las que demostrar que, en la provincia, la práctica totalidad de familias tienen un comportamiento sano».

La ACD de Peñíscola, presidida por Jesús Fernández, ya tiene experiencia en aunar tácticas deportivas y transmisión de valores. Desde hace más de un año, dan a sus pequeños futbolistas fruta fresca al acabar los encuentros para que descubran los beneficios de su consumo y se aficionen a esta práctica.

Además, hijos y padres celebraron recientemente una visita cultural al castillo y otro día disfrutaron de una tarde en un circuito de karts. De esta manera, aprenden a disfrutar de lo que más les gusta, el fútbol, y descubren otras aficiones. No se sabe si de estas filas saldrá algún nuevo Messi, pero no cabe duda del propósito de hacer de estos pequeños unos adultos responsables. Algo que la sociedad sabrá agradecer.