Así que nos equivocamos con este chico. Hay que ver lo listo que es. Resulta que no solo es un crack de los negocios, sino que actúa con más sigilo, más astucia y más contundencia que el KGB, que ya es. El carrerón que hubiera hecho en los servicios secretos. Un auténtico genio de las sombras. Capaz de burlar a toda la corte real e, incluso, inocular a su propia esposa ese contagioso virus de necedad que ataca a algunas esposas. Yo no sabía. Yo no veía. Yo no oía… ¿Nos compramos otra casita?

Nadie, nadie supo ver lo que se traía entre manos ese muchacho. Es evidente que tiene un don especial. Inteligentísimo tiene que ser para saber cómo aprovecharse de las reales ventajas y los reales engranajes sin que nadie le haya enseñado. Un caso de superdotación, vaya. Porque una cosa es mamar privilegios de cuna (y seguir chupando de ellos toda la vida, incluso en el banquillo de los acusados) y otra cosa es eso, ser un chico sanote, deportista y, de repente, convertirse en un lobo de los negocios.

Bueno, suerte que eso ya no va a volver a pasar. Ahora, la Corona ha abierto las ventanas y aireado las estancias. Todo se sabe. Bueno, excepto alguna cosilla, como por ejemplo la fortuna personal del Rey. Nada, menudencias. A la palabra transparencia le sorprendió que la eligieran para describir las actividades de la Casa Real. Después, le dio un ataque de risa. Ahora anda deprimida. No se sabe por qué.

*Escritora