Escribe Vicente Chambó que el proyecto Construcción del cariño, de Carlos Sebastiá, es “un trabajo que pone a la luz el valor de sus ideas”. Ideas, todo hay que decirlo, “que se arremolinan en relación con el origen y recuerdos de su propia memoria, la dedicación, el cariño, el afecto, el amor, y la construcción del sentimiento”.

Con esta obra Sebastiá realiza una serie de “reflexiones que arrollan a un ser humano en situaciones tan especiales como lo es el momento de desprenderse de todo para cumplir un sueño”, en palabras de Chambó. ¿Y qué sueño es ese? ¿Para qué renunciar a todo? ¿Por qué ese cambio radical? Pues, lo que quiere el joven castellonense es ser artista a tiempo completo, dedicarse en cuerpo y alma a su arte, sin necesidad de preocuparse por nada más, lo cual no deja de ser una actitud valiente a la vez que un poco imprudente, vista la actual situación económica. No obstante, Carlos Sebastiá tiene claro hacia dónde quiere dirigir su vida y eso queda patente en Construcción del cariño, pues simboliza un paso de gigante en su forma de narrar, de expresarse a nivel visual.

EXPOSICIÓN // Gracias al festival Imaginària, hasta el 5 de julio se puede visitar en el Museu de la Ciutat Casa Polo de Vila-real esta instalación que podría decirse se encuentra a medio camino entre lo fotográfico y lo pictórico. Sin duda, el proyecto del artista castellonense es una forma conceptual de expresar la conquista personal de la propia libertad. En este proyecto, como bien indica Vicente Chambó, encontramos “a personas, momentos, objetos y memoria genética, recuerdos, vivencias de padres o abuelos que configuraron la memoria y personalidad de Sebastiá y concluyen dándole formación, de manera que en el presente y futuro la transmisión juega un papel primordial, pero también lo heredado, su tío Traver Griño era pintor y eso ha ido creciendo en su interior”.

Las ideas, por tanto, son las que dan cuerpo a la exposición, creando una estética atractiva. Cuatro líneas determinan su trabajo para reforzar el discurso, tal y como señala Chambó. Por un lado, “los papeles representando pequeñas abstracciones cosidas que forman trípticos/dípticos en los que se aprecian siluetas de chinchetas transferidas. Las que le compraron sus padres en un viaje de infancia y se muestran como restos arqueológicos adheridos a los minerales”. Por otro lado, observamos una gran pieza “configurada por pequeños retratos, cianotipias intervenidas con carbón, lejía, y sometidas a varios lavados, cuyos huecos vienen a representar los vacíos de la memoria”. También destaca aquellos momentos en los que su madre cuidaba a su abuela, “memorias que le han condicionado en su entorno más cercano por ser hijo único”. Y, por último, Sebastiá le dedica un espacio a la genética, “formada por la composición de fotos anteriores a su nacimiento, escenas de sus antepasados montadas en pequeños marcos antiguos hallados en el rastro y cajas de metacrilato, cubos en los que se pueden apreciar las telas veladas y cosidas al metacrilato”.

A través de esas cuatro líneas entendemos que la transmisión de la memoria crea un papel primordial en la vida del artista, que ha logrado crear una autobiografía sobre la dedicación, el sacrificio, el amor, el cariño y el afecto acumulados, generando la base y estructura de esa construcción del cariño que da título al proyecto. En otras palabras, Sebastiá rinde homenaje a su familia, explora quién es él y hacia dónde quiere llegar.