Georges Perec decía algo así como que el libro es la huella de esa búsqueda infructuosa de la verdad que persigue la escritura. El escritor francés afirmó que es este “un juego con unas reglas muy sencillas, pero en el que la partida resulta desesperadamente complicada”. No es el primero en hacerse eco de esa incertidumbre que se cierne sobre la propia literatura y sobre esos extraños animales que son los escritores.

Recuerdo ahora el fragmento de uno de los relatos que comprenden esa, para mí, magistral obra que es La sombra inmóvil (Pre-Textos), de Antonio López Ortega: “Una historia imaginada es de alguna manera una imposibilidad. Por eso seduce, porque al saberla intransitable, irrealizable, sólo la mente la cultiva entre cuatro paredes”. Los que se dejan seducir por la literatura, bien sean autores, lectores, traductores o editores, son seres fantasiosos, que necesitan afrontar esas imposibilidades. Suelen ser (solemos ser) un tanto solitarios, celosos de nuestra intimidad. Son (somos) también traidores, pues necesitan(mos) escapar de la realidad al ser caprichosos y poseer un carácter inquieto; el escritor mexicano Fabio Morábito me dijo una vez que “adaptar una lengua literaria ya es una forma de autoexiliarse”. En resumidas cuentas, no nos basta con las experiencias vitales del día a día, de ahí esa huida premeditada a otros entornos en los que todo el peso del mundo no recae sobre nuestros hombros.

UNA MÁSCARA // Vuelvo a Morábito, a sus palabras, cuando confiesa que “uno se hace escritor en contra de sí mismo, cuando acepta una máscara”. De igual forma, el lector se sirve también de un disfraz a modo de pretexto para evadirse. Y esa caracterización la llevamos a cabo para profundizar en esas verdades que pueden no importar a nadie, pero que creemos necesarias para averiguar qué o quiénes somos, al ser, los libros, contenedores del saber.

Una vez puesta la máscara, gozamos de una ligera libertad, aprendemos que los sueños están libres del tiempo e, incluso, logramos reponer la inocencia o el desconocimiento para volver a asombrarnos. Ese es --yo así lo creo-- uno de los grandes poderes de la literatura, pero no de una literatura cualquiera, si no una literatura con identidad, que deja huella.

Es ese tipo de arte literario, ese que dice “nace el día pero nace sobre la página”, en palabras de Octavio Paz, el que siempre me ha interesado y el que es posible encontrar gracias al trabajo de algunas editoriales que decidieron arriesgarse en su día para ofrecer al público lector obras de necesidad estética, psicológica y, aunque no lo crean, espiritual. A los responsables de algunos de estos valientes sellos tuvimos ocasión de conocerlos en persona aquí en Castellón gracias al Encuentro Nacional de Editoriales Independientes que tuvo lugar a finales del pasado mes de marzo --y que estuvo organizado por el Ayuntamiento de Castellón, las librerías Plácido Gómez y Argot, y Norris & Bronson Asociados--. Durante esas jornadas muchos de ellos dejaron claro que su trabajo conlleva una responsabilidad moral y eso es, en definitiva, lo que buscamos, puesto que ese objetivo lleva implícito también un enriquecimiento intelectual que, a la postre, resulta vital. Así, para celebrar el Día Internacional del Libro este próximo jueves, 23 de abril, nos hemos tomado la licencia de confeccionar un listado de obras que forman parte del catálogo de esas editoriales que dignifican al propio libro.

RECOMENDACIONES // En el siempre competitivo ámbito editorial no basta en la actualidad --o eso parece-- con publicar a un autor que verdaderamente aporte una nueva u original visión sobre el mundo. De ahí que poco a poco hayan proliferado los libros ilustrados, que son mucho más atractivos a la vista y, reconozcámoslo, se convierten casi en objetos de deseo. Imagen y palabra se alían para dotar al libro de un poder mayor de sugestión. De entre los últimos que se han publicado, no podemos evitar citar uno que es una auténtica joya, como La inmensa soledad, de Frédéric Pajak. La editorial Errata Naturae ha reeditado esta singular obra que no es un libro de narrativa, ni un ensayo filosófico, ni una novela gráfica; es todo ello y más. Pajak, ganador del Premio Médicis de Ensayo en 2014, ofrece aquí el retrato de dos autores icónicos como son Friedich Nietzsche y Cesare Pavese. Narra la vida de ambos, y lo hace haciéndonos partícipes de sus dudas y temores, de sus problemas, haciéndonos ver que son humanos, simples mortales. Es, por lo tanto, un relato íntimo, maravilloso y delicado, al igual que la última propuesta de ese hombre hecho de literatura llamado Enrique Vila-Matas. Nos referimos a El día señalado, de Nórdica Libros. Este es uno de los cuentos que el escritor catalán incluyó en Exploradores del abismo y que ahora publica con las ilustraciones de Anuska Allepuz.

En el apartado de biografías o memorias, existen tres libros que creemos ya fundamentales. El primero de ellos, obra de la editorial granadina Macadán Libros, recoge la correspondencia que T. E. Lawrence escribió durante el periodo comprendido entre 1922 y 1935. En Lawrence de Arabia y las hijas del trueno se recopilan las cartas en las que demuestra su pasión por las motocicletas y, también, el proceso de gestación de su libro Los siete pilares de la sabiduría. Imposible obviar la biografía de una de las poetas más emotivas y excepcionales del siglo XX, como lo fue Wislawa Szymborska, una persona discreta, tímida, bastante reacia a los grandes tumultos y que ahora, gracias a la editorial Pre-Textos, tenemos el placer de conocer mejor a partir de la obra Trastos, recuerdos, de Anna Bikont y Joanna Szczesna. Del mismo modo, no hacerle caso al emotivo relato en primera persona de la infancia y adolescencia de la pintora colombiana Emma Reyes, sería una falta grave. Libros del Asteroide ha sido la encargada de editar Memoria por correspondencia, que cuenta con prólogo de la magnífica cronista y periodista Leila Guerriero.

En cuanto a narrativa de ficción, esta primavera parece que nos haya tocado la lotería gracias a la aparición de la Narrativa breve completa de Joseph Conrad. Carmen M. Cáceres y Andrés Barba han sido los encargados de traducir esta ya monumental obra que Sexto Piso ha tenido el valor y acierto en recopilar. Igual de valiente se ha mostrado Navona, que ha vuelto a editar un nuevo libro inédito del siempre polémico Henry Miller, Inmóvil como el colibrí. Y de autores ya inmortales como el polaco o el estadounidense, pasamos a una joven promesa cuyo futuro fue sesgado por un accidente de tráfico. Hablamos de Marina Keegan (Lo contrario de la soledad), quien con 22 años nos ha legado una prosa que, como dice la editora de Alpha Decay, la castellonense Ana S. Pareja, es fascinante, como también lo es la de Pablo Gutiérrez (Los libros repentinos, Seix Barral) y Francisco Solano (Lo que escucha la lluvia, Periférica), dos autores de valor seguro.