Existen intérpretes solistas cuyo nombre, nada más pronunciarlo y dejarlo suspendido en el aire, produce asombro. Su maestría o técnica les ha llevado a erigirse en ídolos, son considerados virtuosos, un prodigio de la naturaleza. La fama les atribuye ciertos poderes. Acaparan miradas, reciben todo tipo de elogios, son venerados. No obstante, y parafraseando al bueno del tío Ben, el tío de Peter Parker (sí, sí, me refiero a Spider-Man), “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. De ahí que la presión a la que se ven sometidas estas “estrellas” se multiplique, siendo objeto del más concienzudo análisis por parte de la crítica especializada, esa que cuando quiere puede quebrar una carrera sin remordimiento alguno.

La condición de semidioses que muchos músicos alcanzan en vida les sitúa en una liga superior, batiendo récords de asistencia a sus conciertos y récords en el precio de las entradas (se pueden llegar a pagar auténticas barbaridades). Como digo, pertenecen a lo más alto entre lo más alto, y eso se traduce en una admiración quasi irrefutable.

Si en este mismo instante citara a Anne-Sophie Mutter, muchos lectores pensarían ipso facto en una deidad, y no errarían. A la intérprete alemana la gran mayoría la considera “la diosa del violín”. Era la predilecta de un tal Herbert von Karajan, y en los 40 años de trayectoria profesional no ha perdido ni un ápice de ilusión por seguir aprendiendo, perfeccionando su modo de tocar ese instrumento que diríase es un apéndice más de su cuerpo. Anne-Sophie Mutter es y será una leyenda dentro del ámbito musical clásico, posee ese don, al igual que otro músico que podríamos definir como genial y al que hemos tenido oportunidad de ver en Castellón, como es Joshua Bell.

Ambos, Mutter y Bell, tienen puntos, rasgos en común. Uno de ellos lo encontramos en la zona más al norte de Europa, en Noruega. Allí se encuentra uno de los ensembles más jóvenes y emocionantes de la actual escena internacional, el Trondheim Soloist. A través de la dedicación, el compromiso y el entusiasmo, esta orquesta se ha establecido rápidamente como el conjunto de cámara más innovador del país de Henrik Ibsen o Knut Hamsun. Ciertamente, poco tardaron en contar con la colaboración de esos artistas que se sitúan en el Olimpo. De hecho, en 1999 fueron invitados para acompañar a Anne-Sophie Mutter en la grabación de Las cuatro estaciones, de Antonio Vivaldi, para el histórico sello Deutsche Grammophon. Ese disco forjaría una “amistad” que continua aun hoy. Además, y para engrandecer más si cabe esta colaboración, basta decir que esa primera grabación de una de las grandes obras vivaldianas está reconocida tanto por la crítica como por el público como un referente de excelencia --y, por si fuera poco, sigue siendo un éxito de ventas en las listas de música clásica a nivel internacional--.

Con el nombramiento del cellista Øyvind Gimse como director artístico en 2002, la orquesta dio un paso más hacia su confirmación. En la actualidad, nadie duda que el Trondheim Soloist se sitúa a la vanguardia de la definición de la calidad artística en Noruega, algo que seguro podrán demostrar el próximo miércoles, 29 de abril, en el concierto que ofrecerán en el Auditori i Palau de Congressos de Castelló.

LA ACTUACIÓN // El indeciso, Henrik y Pernille o Jeppe el Montañés son algunas de las comedias más famosas del dramaturgo, historiador y ensayista danés de la Ilustración, Ludvig Holberg, considerado padre de la literatura danesa y noruega. En 1884 para celebrar el 200 aniversario de su nacimiento Edvard Grieg compuso la Suite Holberg, Op. 40, una suite de cinco movimientos basada en formas de la danza barroca. Esta será la primera pieza que el conjunto que dirige Gimse interpretará en la capital de la Plana. Acto seguido, será la música de Mozart la que impregne de magia la sala sinfónica.

El Trondheim Soloist tocarán el Divertimento K138 en fa mayor, que sabemos fue escrito en 1772, cuando el compositor austriaco contaba con tan solo 15 años de edad, dejando patente que el niño prodigio y el orgullo de Salzburgo, bajo el ala de su padre Leopold, daría mucho que hablar en la escena musical de su época y, cómo no, en la historia.

Tras la pieza mozartiana, vuelta a Escandinavia para interpretar la Suite para cuerda, de Carl Nielsen. Esta obra refleja los orígenes de este autor danés como músico de cámara, siguiendo los pasos de otros grandes compositores nórdicos como el ya mencionado Grieg. Escrita en 1889, transmite un ambiente encantador e íntimo, aunque la obra tuvo que soportar la sombra de sus más famosas sinfonías, al igual que el propio Nielsen tuvo que vivir durante mucho tiempo a la sombra de Sibelius.

Y para finalizar, Rusia. El conjunto noruego “revivirá” a Piotr Ilich Tchaikovsky a través de su Sexteto para cuerdas en re menor, op. 70, más conocido como Souvenir de Florencia. Esta partitura fue escrita para dos violines, dos violas y dos cellos en el verano de 1890. Al finalizar, Tchaikovsky dedicó el trabajo a la Sociedad de San Petersburgo de Música de Cámara como agradecimiento por convertirle en un miembro honorario. La obra, en la forma de cuatro movimientos tradicionales, se tituló Souvenir de Florencia porque el compositor esbozó uno de los temas principales de la obra durante su visita a Florencia, Italia, donde compuso La dama de picas.

Ganadora de múltiples premios, agasajada por la prensa, vitoreada por el público europeo, esta formación noruega que ya ha conquistado a figuras de nivel estratosférico como Anne-Sophie Mutter o Joshua Bell seguro que dejan a más de uno boquiabierto. El programa que presentan en Castellón es variado, rico en matices, nostálgico pero enérgico. Compositores de excelsa calidad e intérpretes con una ilusión asombrosa.