"Memoria y olvido son términos contrapuestos”, afirma el arquitecto y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, Arturo Zaragozá. Y prosigue diciendo que “la memoria se ejerce o acrecienta para luchar contra el olvido”, de ahí que, “como los hombres mueren, construyen monumentos, es decir memorias”.

Según el arquitecto y teórico, a través de estos monumentos/memorias, el ser humano “recuerda los hechos que admira y a las personas que quiere”. Sin embargo, no siempre permanecen, es decir, perecen. El tiempo, no perdona, y en ocasiones, las esculturas que un día se erigieron con motivos de júbilo o para demostrar fortaleza, “se rompen y sus fragmentos se dispersan o se pierden”. Asimismo, existe, según Zaragozá, otro tipo de muerte, como es “su pérdida de sentido”.

A través de la exposición Memòries oblidades, se hace hincapié en esa muerte por olvido de la escultura gótica valenciana que, podría asegurarse, ha sido, en parte, víctima de la aculturación. “Una gran parte de la mejor escultura de este periodo ha pasado hasta ahora desapercibida. En realidad, si atendemos a la escasez de publicaciones académicas parece como si este capítulo no hubiera existido. Las razones de este olvido han sido diversas. Sin duda ha contribuido a ello el peculiar carácter del patrimonio medieval valenciano frecuentemente oculto por los revestimientos en la Edad Moderna”, asegura Artur Zaragozá.

Ejemplos de ese abandono o indiferencia hay unos cuantos, como los retratos esculpidos en el pilar este de la Arcada Nova de la catedral de Valencia ocultos durante casi doscientos años por el revestimiento clasicista del templo y olvidados durante cincuenta años más tras la repristinación del edificio. “Historia sorprendente, pero no aislada”, como afirma el responsable de esta muestra organizada por la Generalitat Valenciana y que ahora se puede visitar en el Museu de Belles Arts de Castelló. Zaragozá habla también “del bajorrelieve del martirio de San Pedro del retablo medieval de piedra de la iglesia homónima en San Mateo reutilizado como bancada del lavabo de la sacristía durante la renovación del templo en el siglo XVIII”. También ha contribuido a esa inadvertencia la localización de algunas piezas, “como las inaccesibles claves de bóveda esculturadas, o las fantásticas e inalcanzables gárgolas que evacuan el agua de las cubiertas”. Algunas de estas piezas, como el relieve de Nuestra Señora del Puig, que recuerda modelos italianos de tradición bizantina, así como el impresionante Cristo de la parroquia del Salvador de Valencia, aparecen en esta exposición gracias a las fotografías realizadas por Joaquín Bérchez, Mateo Gamón y Carlos Martínez.

El paso del tiempo, el vandalismo, el mal uso o la poca consideración y/o respeto hacia el patrimonio son los mayores enemigos de estas esculturas que, no olvidemos, forman parte de nuestra historia y que debieran restaurarse y salvaguardar. Exposiciones como la presente sirven para poner en valor el trabajo de recuperación patrimonial en la Comunitat, un trabajo, a la postre, esencial para todos.