Una vida desordenada, una estética extravagante, rechazo a lo común... El ser bohemio se ha asociado siempre a una cierta forma de vida idealista con cierto halo de romanticismo. Pero, ¿de dónde procede el vocablo? Sabemos que Bohemia es una de las tres regiones históricas que componen la República Checa, antes parte de Checoslovaquia. Sabemos, también, que el término se utilizaba para referirse a los gitanos. Pero todo eso cambió a mediados del siglo XIX en Francia, concretamente en el parisino Barrio Latino durante el II Imperio. En aquella época nacería este estilo de vida que se constituiría como una alternativa frente a lo burgués con cierto gusto mesocrático, poco sensible al arte, frío. Como describiría Antonio Espina, “De Oriente a Occidente, y de Norte a Sur reinaba la calma de una siesta”. De ahí que apareciera ese algo que rompiera con lo establecido.

La bohemia se rebeló contra ese acomodo, buscando el lujo y el placer, aunque de un modo un tanto exiguo. El escritor francés Henri Murger fue, probablemente, quien diera el primer paso para establecer ese status de lo que hoy día entendemos como “bohemio”. Su obra Scènes de la vie bohème (Escenas de la vida bohemia), que aparecería por entregas en la revista Le Corsaire entre 1846 y 1849, resultó ser la clave de todo. Murger anticipó ya el carácter quimérico, lúgubre, sórdido y mísero que rodearía al movimiento. “La Bohemia es el estado de la vida artística; es el prefacio de la Academia, del Hospital o del depósito de cadáveres”, escribía en su obra cumbre. No obstante, a pesar de ser Murger el instigador o referente del término, quien primero hizo uso de la palabreja fue George Sand, pseudónimo de la autora Armandine Luci-Aurore Dupin, en su obra La dernière Aldini, también publicada como folletín por entregas en La Revue des Deux Mondes (1837-1838); aunque no se le suele atribuir a Sand el surgimiento de esta tendencia.

Independencia, libertad, carácter antiburgués y cosmopolitismo... Henri Murger fue, como ya hemos apuntado, quien describiría esa bohemia brillante, dorada y galante, ¿mas sería la única? Si uno investiga un poco se encuentra con diversas clases o tipologías. Jaime Álvarez Sánchez las describió a la perfección en su artículo Bohemia, Literatura e Historia aparecido en Cuadernos de historia Contemporánea, en 2003. Álvarez señala que tras la bohemia de signo galante representada por Murger existe un segundo momento relevante dentro del movimiento conocido como la Bohemia refractaria. Jules Vallès sería el creador de esta acepción, introduciendo nuevas descripciones al carácter de lo bohemio. Así, Vallès “recrea el panorama del Barrio Latino parisino y la fauna que lo habita: intelectuales en paro, pintores sin estudio, soñadores, poetas que no han escrito jamás una línea...”, como analiza Álvarez Sánchez. De la aparente inocencia de Escenas de la vida bohemia a la insurrección y reivindicación.

Por si fuera poco, aun quedaría otra vertiente por analizar: la Bohemia simbolista; en la que encontramos a los tres “poetas malditos” por excelencia: Rimbaud, Verlaine y Baudelaire. Este apartado, como incide Jaime Álvarez, reclamaba “la hegemonía del arte en la sociedad y, dentro de éste, la supremacía de los que ellos consideran bello, que suelen buscar en ambientes sórdidos de prostitución, homosexualidad, marginación, cárceles, violencia...” Tristeza, decadentismo y marginación, un cóctel demasiado atractivo y goloso para aquellos que vieron en el ocaso un signo evidente de inspiración.

Sería esta bohemia simbolista y decadente la que conocerían autores españoles como Enrique Gómez Carillo, Alejandro Sawa, Rubén Darío o Antonio Machado, “autores que actuarán como puentes conductores de esta bohemia parisina con el Madrid modernista”, tal y como señala Álvarez en su magnífico estudio que ofrece unas pinceladas más que interesantes sobre la aparición de la bohemia en la literatura hispana. Así, averiguamos que Enrique Pérez Escrich sería considerado el detonante del movimiento en España como lo fuera Henri Murger en Francia. El frac azul: memorias de un joven flaco, novela folletinesca de carácter autobiográfico, sería la que captara ese “aire paisajista, costumbrista y madrileñista que nuevamente pretende ser una alternativa a los gustos burgueses de la época”. No es de extrañar, por tanto, que el sentir bohemio inspirara a muchos artistas del país como el compositor Amadeo Vives, quien estrenaría en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, el 24 de marzo de 1904, su zarzuela Bohemios, con libreto de Guillermo Perrín y Vico y Miguel de Palacios.

INSPIRACIÓN // Es más que probable el hecho de que Henri Murger no creyera, ni por asomo, cuan inspiradora sería su obra Escenas de la vida bohemia. Su versión teatral, que se tituló La vida bohemia, sirvió de base a dos óperas, una de Giacomo Puccini y la otra de Ruggiero Leoncavallo, ambas tituladas La bohème, la opereta Das Veilchen vom Montmartre, de Imre Kálmán y, aunque parezca sorprendente, la zarzuela de Amadeo Vives.

A pesar de la aparente sorpresa, como decíamos, la influencia de la bohemia simbolista era patente en la España de finales del siglo XIX; de ahí que el desconcierto sea menor del esperado, a priori. Hacia 1880 el primer conato declaradamente bohemio tomaría cuerpo en Madrid y pronto se distinguirían dos tendencias: “una que esgrime el refinamiento estético como recurso primordial de esa bohemia, como en el caso de Sawa y de Valle-Inclán, y otra línea más orientada a lo social, representada por Delorme, Bark o Dicenta”, como bien señala Jaime Álvarez en su artículo del 2003. Dos tendencias pero un mismo sentimiento: “declararse contrarios a la España oficial, vieja y vulgar, que se resiste a los cambios”, y se “autocalifican como un movimiento marginal alternativo, tendente a lo nuevo, a lo raro y lo exquisito que, con el objetivo de escapar de la mediocridad reinante, se inclinan por el cultivo sin reservas de un arte por el arte que se opondría totalmente a la cultura burguesa del poder y del dinero vigentes”.

LA ZARZUELA // “¡Arte, justicia, acción! Es la sagrada trinidad del bohemio”, escribiría Ernesto Bark en su obra La Santa Bohemia. Y eso refleja la zarzuela de Amadeo Vives en cierto sentido a través de los personajes de Roberto Randel, Cossette Linan, Víctor Dubal, Pelagia, Marcelo Lissan, Juana, Cecilia y Papá Giraud, protagonistas de este cuadro de clara inspiración “murgeriana”.

Bohemios podría describirse como una viñeta romántica que no intenta emular el alcance de la obra maestra de Puccini, pero cuyo aire de dulzura juvenil y buen humor le han asegurado una popularidad duradera. La técnica empleada por Vives debía más a la ópera francesa que a la opereta, y la característica más impresionante que uno observa es la capacidad de su autor para construir unidades más complejas de lo que era habitual en el llamado “género chico”. Existen en esta obra preciosas romanzas y dúos que emergen de una sinfónica en lugar de un diálogo hablado. Vives, mucho más cercano de Massenet que de Ruperto Chapí o Chueca logra plasmar esa elegancia parisina que da paso a esa vitalidad apasionada tan distintiva del sentimiento español.

La acción de esta zarzuela transcurre en París y sus protagonistas son jóvenes de pocos recursos económicos pero que están obsesionados con poder triunfar en el mundo de la música. Roberto Randel está componiendo una ópera basándose en el libreto de su amigo Víctor, pero el canto de una vecina, Cossette, le corta continuamente la inspiración. En realidad, Cossette aspira a ser cantante, como lo fuera su padre --aunque éste no obtendría el éxito esperado--, y está enamorada de Roberto, auqnue él ni la conoce. Esta situación, como era de esperar, no dura mucho tiempo, ya que el amor pronto será correspondido al más puro estilo romántico.

El éxito cosechado el día de su estreno encumbró a Amadeo Vives. La gloria fue tal, que la obra acabó representándose en sus primeros veinticinco años unas dieciocho mil veces. Casi nada.

REPRESENTACIÓN // El próximo 29 de noviembre, a las 20.30 horas, la Schola Cantorum de la Vall d’Uixó será la encargada de representar este clásico de nuestra zarzuela en el Teatre Principal de Castelló dentro del XVé Cicle d’Òpera a Castelló que organiza CulturArts junto al Ayuntamiento de la capital de la Plana y la Diputación Provincial.

Fundada en el año 1955, la Schola Cantorum de la Vall d’Uixó era, en principio, un coro masculino integrado en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, aunque no tardó en aparecer la orquesta e inmediatamente después el cuadro artístico, que se especializó en la representación de zarzuelas y, en Navidad, estampas bíblicas.

La Banda Sinfónica de la agrupación ofreció su primer concierto el día de Santa Cecilia de 1963 con 30 músicos. En la actualidad hay federados más de 150, convirtiéndose en una de las más importantes de la provincia. Desde su aparición, la Banda Sinfónica ha sido dirigida por los siguientes maestros: Miguel Arnau (1955-1992), Juan Andrés Abellán (1992), Manuel Segarra (1992-1994), Francisco Javier Piquer (1994-1995), Lorenzo Mendoza (1995-2000), Víctor Alapont (2001-2004), Luis Sanjaime (2004-2014) y desde el pasado mes de agosto, Pablo Marqués, uno de los grandes jóvenes talentos de la batuta de nuestra provincia --recordemos que ha sido director invitado de la Jove Orquestra Simfònica de Castelló--.

La cantidad de galardones obtenidos por esta agrupación la sitúan en el primer nivel de las bandas valencianas, dejando entrever su calidad, que demuestran actuación tras actuación. El 29 de noviembre, la orquesta y el coro volverán a sorprender.