Suelo recibir muchos correos electrónicos a lo largo del día. La comunicación vía e-mail es un hecho, forma parte de nuestro día a día. Inmersos como estamos en la era de la tecnología, podría decirse que se ha vuelto una herramienta indispensable. Todos estamos ligados a nuestro correo, somos seres dependientes, casi esclavos. Resulta lógico, pues uno ha de permanecer interconectado si quiere conocer la actualidad. Resulta, también, abrumador, por no decir que causa verdadero pavor, pues nos tornamos seres subordinados, a merced de un mercado que en nada nos beneficia --a priori--.

A principios del mes de septiembre recibí un e-mail que me alegró el día. Su remitente era Robert Juan-Cantavella. En su misiva me informaba de la publicación de su última novela. No pude ocultar mi alegría y le di la enhorabuena una o dos o tres veces, no recuerdo. “¡Qué gran noticia!”-- exclamé para mis adentros--. Y el cielo era una bestia es el título de este, su libro; un libro que acaba de salir publicado esta misma semana en una de las editoriales de mayor relevancia a nivel mundial en lengua castellana: Anagrama.

Si la aparición de la nueva novela de Robert ya era noticia, el hecho de formar parte del catálogo de Anagrama es un auténtico hito. El de Almassora, aunque afincado en Barcelona hace ya varios años, se une a un listado de autores que deja perplejo a cualquier mitómano de la literatura. Jorge Herralde, su ‘alma mater’ y buque insignia de la edición, ha logrado desde 1969 reunir a algunos de los grandes maestros de la palabra. Podría citar ahora mismo a Sergio Pitol, Enrique Vila-Matas, Roberto Bolaño, Ricardo Piglia, Rafael Chirbes, Javier Tomeo o Álvaro Pombo, Juan Villoro, también a Javier Marías en sus inicios, Thomas Bernhard, Vladimir Nabokov, Patrick Modiano, Ian McEwan, Albert Cohen, Martin Amis, Norman Mailer, Paul Auster, Jack Kerouac, Charles Bukowski, Allen Ginsberg, William S. Burroughs, Truman Capote, Tom Wolfe, Richard Ford, Raymond Carver… Leer estos nombres le eriza a uno la piel, y no exagero. Son autores ya inmortales de la literatura. De ahí la excitación por saber y ser consciente de que un castellonense --uno de los nuestros-- ha entrado en el Olimpo.

En Y el cielo era una bestia, Robert Juan-Cantavella crea, tal y como remarcan desde la propia Anagrama, “un mundo cerrado lleno de puertas traseras y teñido de antiguos saberes iconoclastas”. Su protagonista, Sigurd Mutt, se ve inmerso tras una serie de acontecimientos en dos universos que le son ajenos: por una parte, la vida recatada del escritor José Echegaray, primer Nobel de la literatura española, y por otra, la vida improbable de un santo medieval llamado Columbkill, hacedor de milagros y guerrero infatigable. Con su particular estilo y experimentación, Juan-Cantavella presenta “un excitante relato de misterio que es también la historia de unas ideas inciertas y un gabinete de curiosidades”. Sin duda, este es otro paso más --y mejor-- en la carrera del de Almassora, que desde la aparición de su Proust Fiction ha ido elevando el nivel hasta forjarse una sólida reputación en el siempre intrincado mundo editorial.

Recuerdo que en una ocasión Robert me confesó: “no sé muy bien por qué escribo, me lo he preguntado algunas veces y no he llegado a creerme ninguna respuesta”. Parece ser algo habitual entre autores. Escriben por un motivo o por varios o por ninguno en particular. Pero escriben, al fin y al cabo. Lo demuestra también Javier Vicedo Alós, otro castellonense que ha decidido dar la sorpresa en estos días al recibir un galardón tan importante como el Premio Calderón de la Barca de Teatro. Otro éxito, para él y para la provincia de Castellón, que no olvidemos es un territorio fértil a nivel literario, aunque no le hayamos prestado la suficiente atención.

PREMIOS Y NOVEDADES // “Quise escribir teatro para cambiar de registro, para salirme de esa soledad que a veces es la poesía”, me explica Vicedo por teléfono. Se muestra eufórico, no termina de creerse que haya logrado llevarse un premio de tal magnitud con su primera obra teatral. “En la vida imaginaba esto, quería experimentar, eso es todo”, dice. Visto lo visto, aunque autor novel en estas lides, su calidad habla por sí sola.

Para escribir esta pieza, Javier se inspiró en el cuadro del artista norteamericano Edward Hopper titulado Summer evening. En él, se puede observar a una pareja en una terraza. Es una imagen inmersa en el silencio, una escena de un espacio real y metafísico a la vez, que hipnotiza. “Siempre me atrajo esa pintura y hace años que dije que quería escribir sobre ella”, remarca el poeta y ahora también dramaturgo. Dos actores, hombre y mujer, un mismo escenario y distintas historias. Javier Vicedo crea diversas realidades, diversas historias a partir de un mismo instante. Para ello, se sirve de diálogos muy improvisados, un ritmo frenético. El jurado del premio que cada año convoca el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, a través del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), para reconocer y promocionar la labor de autores noveles, no dudó un instante en reconocer la grandeza de esta pieza “por su capacidad de crear una atmósfera poética e inquietante a partir de un referente pictórico y literario”.

A este compendio de éxitos y novedades, debemos añadir la aparición de un relato firmado por Óscar Gual en la revista Presencia Humana, un híbrido editado por Aristas Martínez entre la revista de creación y la antología periódica, un escaparate de la literatura de fenómenos que experimenta con lo excepcional. Monstruos es el título de su relato y es digno de mención, pues se suma a otros textos como el que firma Juan Francisco Ferré, premio Herralde de novela --ahí es nada--. Gual, que también es de Almassora, está inmerso ahora en una nueva novela que espera publicar en 2015. Tras su sonado éxito con Fabulosos monos marinos, publicado por la extinta DVD Ediciones, está preparado para volver con fuerza a un escenario que vitorea también a otro de los nuestros, Emilio Bueso, quien ya se ha erigido como el máximo representante de la literatura de género en nuestro país. Óscar Gual tiene claro que “existen a día de hoy autores jóvenes de aquí y que gozan de gran relevancia”. Razón no le falta, no hay más que ver a Ana S. Pareja, co-editora de Alpha Decay, uno de los sellos independientes más importantes que existen a día de hoy.

Tampoco podemos olvidar a Ángel Gil Cheza y su irrupción en el mercado editorial. Tras la aparición de El hombre que arreglaba las bicicletas, Suma de Letras sigue apostando por el de Vila-real y publicará en breve su novela La lluvia es una canción sin letra. Y en el ámbito del cómic destaca Pep Domingo ‘Nadar, quien con su Papel estrujado (Astiberri) ha acaparado más de un elogio en la prensa nacional. Insisto, Castellón es una tierra fértil a nivel literario.