Pese a su evocador nombre, La Magdalena no era uno campo amable para el Castellón, no solo porque a excepción de en una visita copera, nunca había ganado allí. Todo apuntaba a que volvería a repetirse la historia de casi siempre: el empate. Los albinegros tuvieron la constancia y la recompensa de las que adolecieron en otras tardes y, con seriedad, actitud y aptitud, fueron inclinando el pulso de su parte hasta apuntarse un histórico triunfo que si bien, clasificatoriamente hablando, no tiene una excesiva trascendencia, sí sirve para redondear el fin de semana que el club ha empezado a escribir un nuevo y decisivo capítulo. Julián, en el 92, llevó la alegría a un castigado vestuario albinegro.

Habían transcurrido cerca de ocho años de su última comparecencia y poco ha cambiado en este arquetípico campo del fútbol, más allá de que ahora dispone de césped artificial. Pero sus dimensiones siguen siendo igualmente reducidas y su público, aunque menos numeroso que en aquellos intensos duelos de Segunda B, igualmente hostil para los albinegros, pese a que tiempo atrás hubo una estable conexión, un trasvase de futbolistas en una y otra dirección.

En su génesis, el partido, sin ser brillante, sí fue interesante. El Castellón, sin delanteros, repitió alineación y dispositivo, fiando el balance ofensivo a la velocidad y dinamismo de Julián y Juste, ayudado por un césped que estaba infinitamente mejor que Castalia el martes, por la lluvia, frente a La Nucía. El Novelda también transmitía las buenas vibraciones exhibidas en el choque de la primera vuelta, con lo que al menos los dos, aún sin calidad, se decantaban por una aseada propuesta.

Con todo, el encuentro decayó paulatinamente. El descanso sorprendió a más de uno entre bostezos, después de una sola ocasión clara por equipo: mano a mano pésimamente resuelto por David para los locales y un sorprendente cabezazo de Julián, rodeado de torres, para los orelluts.

El paso por los vestuarios espabiló a todos. A su regreso, dos defensas fabricaron el peligro a balón parado. Después de pedir penalti por manos, sobró potencia a un testarazo de Marc Trilles y faltó tino a la respuesta de Luisan. Al igual que Mareñá, que desbarató las dos mejores ocasiones del partido hasta entonces, primero rematando sin brío al muñeco cuando estaba solo y, luego, cabeceando al larguero.

LLEGA EL GOL // Ninguno de los dos equipos arrojó la toalla y siguieron buscando el gol, con animosidad los verdiblancos, con más ideas los albinegros. Tenazmente, pusieron cerco a la portería de Marcano y encontraron la recompensa del enrachado Julián, premiando la valiente y vistosa apuesta de Fernández Cuesta, que perseveró en su invento pese a la derrota del martes. H