La broma del propietario del Valencia de colocar al frente de la dirección técnica de su equipo a un amigo que no sabía una palabra de la lengua de Cervantes estuvo a punto de costar muy cara. La historia de la entidad en las últimas décadas está trufada de episodios caóticos y surrealistas tanto a nivel social como deportivo. Pero la grandeza de la entidad valencianista ha logrado sobrevivir a un buen puñado de dirigentes y políticos que tanto la empujaron hacia el abismo.

Estamos hablando de esos asuntos económicos tan farragosos que la gente normal no llegaremos a entender nunca. Pero, en lo estrictamente deportivo, hacía siglos que el Valencia no se veía envuelto en una dinámica tan terrible y negativa. Un equipo que la temporada pasada se metía en la Champions League y que únicamente un año después sufría un desplome de tan grandes proporciones que hasta hace muy pocas semanas tenía cara de Segunda División.

Nuno Espirito Santo fue el primer entrenador en sacar de quicio a la grada, pasando sin transición y en poco tiempo de héroe a villano; Voro fue un parche más que decente pero se lo quitaron de encima bien pronto para colocar a un exfutbolista inglés imberbe pero cachondo como pocos; cuanto más se hundía el equipo en la tabla el veía la vida más de color de rosa, pero Mestalla era ya un volcán en erupción.

La exótica apuesta por Pako Ayestarán ha funcionado de momento, aunque por bien que lo haga parece que no tiene demasiado futuro en el Valencia, que ya hay baile de muchos nombres que optan al cargo y entre ellos no parece que Lim esté contemplando el suyo.

En el Valencia de Lim ya se sabe; o eres amigo del dueño del equipo o de su amigo portugués que mueve los hilos, o en ese club tienes muy poco que hacer. H