Siempre quiso ser futbolista. Desde muy pequeña, el balón era su pasión. Mientras sus amigas jugaban a ser madres con las muñecas, ella disfrutaba con sus hermanos marcando goles. Patricia Campos Doménech (Onda, 1977) empezó a jugar con los chicos de su pueblo hasta que el caprichoso reglamento machista se lo impidió. Su pasión jamás se frenó y acabó convirtiéndose en la primera entrenadora española de la Liga de EEUU. Ahora también disfruta como voluntaria en Uganda, un país lleno de desigualdades donde hace lo que más le llena: unir a niños y niñas gracias al balón. Su labor es admirable.

A principios del 2015, a través de la oenegé Soccer Without Borders, tuvo lugar su primera incursión en un lugar donde encontraría salvajadas: «Las mujeres son de segunda categoría en Uganda, se prostituye a las niñas, se practica la ablación... He visto cosas que jamás podría imaginar que pudieran suceder». En Kajjansi, una aldea perdida a 60 kilómetros de la capital Kampala, se encontró un drama.

Campos de tierra y piedras, porterías destartaladas, balones hechos con bolsas de plástico y telas... Y toda la miseria posible. Estuvo un año completo en su primera visita. Luego hubo dos más, la última durante el mes pasado. Allí da clases de español y monta equipos de fútbol para los niños, niñas y mujeres con sida.

Vivir en un ‘infierno’

Nunca ha tenido facilidades y ha pasado miedo. Temió ser violada, le robaron e intentaron secuestrarla. La mujer blanca no está bien vista en África. Ni siquiera la negra. «Los salvajes me gritaban mzungu, you’re a man (blanca, tú eres un hombre). Me arriesgaba a que me mataran o me tiraran ácido en la cara. Entendí que la vida no tiene valor allí. Es pura supervivencia: o tú o ellos».

El primer impacto lo recibió justo en su estreno en la escuela, cuando vio que las niñas tenían que arrodillarse ante los profesores cuando se dirigían a ellos. «Es un signo de respeto hacia los hombres», le justificaron. Así empezó a conocer el catálogo de tradiciones de un país repleto de abusos. «Lo peor es cuando a los ugandeses les gusta una mujer pero ella no está interesada. Entonces la llevan a casa, la encierran, se acuestan con ella y la retienen hasta que la mujer accede a casarse». Lo que en el mundo civilizado sería considerado un secuestro y violación allí es un «paso previo al matrimonio».

En su último viaje la cooperante fue todavía más allá y visitó la isla de Zinga, el sitio más peligroso de Uganda. «Están como 2.000 años atrás. Solo con pisar la isla temí por mi vida. Un señor de 40 años violó a una niña de 3, las chicas con 8 años se venden por pescado, los hombres se acuestan con niñas a partir de los 10 años sin problemas, a los niños les pintan los labios para prostituirlos… Es lo peor de lo peor», destaca.

En esa convivencia se ha encontrado con otro drama importante: el alto índice de sida, una enfermedad que discrimina por completo en Uganda, especialmente a las mujeres. Esas angustias se ven recompensadas por el «enorme cariño» que le devuelven por su ayuda. «Son personas muy agradecidas», comenta.

Una de las obsesiones de Patricia es lograr el mayor equipamiento posible para sus niños. Necesita medicamentos, material escolar y deportivo. El Villarreal, el Castellón y el Onda le han dado ropa. Ahora desea que el Barça le eche una mano.

El pasado verano coincidió con Robert Fernández, el director deportivo del Barça, en un partido de la promoción del Castellón: «Hablamos y le expliqué mi proyecto. Ojalá nos puedan mandar unos equipajes. A los niños les haría muchísima ilusión. En Uganda se sigue bastante la Premier porque fue colonia británica, pero también al Barça y Madrid».

Recién llegada de Uganda, reside ahora en Hawái. Otra realidad. «Es otro mundo. Aunque a mucha gente le extrañe, me gusta más África. Aquí es puro capitalismo. Y con Trump será peor, pero hay que ganarse la vida».

«España, un país machista»

En EEUU ha podido comprobar el respeto que existe hacia las mujeres en el deporte. Las norteamericanas son una potencia del soccer, que atrae a más chicas que hombres. «Las mujeres son muy reconocidas aquí y los valores son diferentes. Por ejemplo, un árbitro puede echar a un aficionado si ve una actitud antideportiva».

En España es casi imposible vivir del fútbol. Falta repercusión mediática, implicación empresarial y respeto. «Es un país machista. El fútbol es de hombres y las mujeres no tenemos ni idea. Espero que cambie algún día», reflexiona la entrenadora, que desearía volver a su tierra, pero sabe que allí lo tiene crudo para sentarse en un banquillo.

En Hawái, mientras, sigue jugando al fútbol. Forma parte de tres equipos y disfruta de cada gol. «Es lo que más me gusta, el balón». La pelota y sus niños: «Volveré a Uganda cuando pueda. Queda mucho por hacer».