Llueve sobre el Barça sin parar desde que el PSG le sometió a una tunda que sacudió todas las estructuras del club. Desde el entrenador (Luis Enrique, que lleva días y días encerrado en su despacho buscando soluciones para configurar un Barça reconocible) al presidente (Josep Maria Bartomeu, quien por mucho que ande por China explorando nuevos mercados no se le va de la cabeza aquella derrota) pasando, por supuesto, por la estrella. Leo Messi hizo un viaje fugaz a Egipto para cumplir un compromiso ya anulado tras el desastre parisino, atormentado por esa goleada, que le dejó sin ganas de celebrar penaltis decisivos.

Llueve sin parar sobre el Barça, aunque, al menos en la Liga, no con tanta fuerza y virulencia como en Europa desde que el Valencia demostró el miércoles que el Madrid no es todo lo fiable que se creía. O no tanto como hacían ver. Esa depresión profunda que se instaló en el vestuario tras las heridas abiertas en Champions ha dado paso a un aire de esperanza si el Barça gana en el Calderón.

EL LIDERATO PROVISIONAL / Tras una semana atípica después de los dos días de fiesta que concedió Luis Enrique a la plantilla (Piqué inauguró una pista de pádel, Messi voló hacia las pirámides, Suárez se refugió en la nieve junto a la familia), el equipo ha aprovechado estas últimas horas para preparar un duelo decisivo. Un partido que, quizá, valga una Liga. Porque que suceda antes en el Calderón (16.15 h) tendrá incidencia directa en lo que ocurra luego en el Estadio de la Cerámica entre el Villarreal y el Madrid (20-45). Un domingo que arrojará luz sobre el campeonato.

Pero todo pasa porque el Barça, como reclamó Piqué y sostienen también los técnicos, sea, de nuevo, «reconocible».