La continuidad de Luis Enrique como entrenador es el eje sobre el que pivotan una serie de decisiones en el Barça. El asturiano anunció que no tomaría una decisión hasta abril o mayo. La incertidumbre aconseja al club a estar prevenido; la dimensión de la entidad y los medios humanos y técnicos de que dispone le obligan a estar preparado. La enfermedad de Tito Vilanova en el 2013 forzó una búsqueda inesperada y urgente de un sustituto que culminó con la elección de Tata Martino, a cargo de Sandro Rosell, imponiendo su criterio. Ahora el Barça dispone de mucho tiempo para afinar en el relevo técnico si se produjera. La elección no recaerá en Bartomeu, se supone, como en aquella ocasión que la tomó Rosell. Esta vez debería ser el betxinenc Robert Fernández quien eligiera al sucesor de Luis Enrique.

Nadie reúne tantos puntos como Xavi Hernández. Pero la alfombra roja que se le tendería para que volviera de Catar tiene el rizo de la duda por su inexistente experiencia como entrenador. Aún está jugando, y en sus planes no figura clausurar su carrera. Muy pocos entrenadores reúnen esas condiciones en su currículo. Valverde está en la lista desde hace un lustro, como si fuera una tranquilizadora bala en la recámara. Ronald Koeman es el candidato eterno que tras estudiar de pe a pa el libro holandés —en el que se inspiró el Barça— trata de readaptarlo a las inhóspitas condiciones de la Premier. Los culés andan admirados por las andanzas de Sampaoli en Sevilla. Su fichaje cuesta 1,5 millones de la cláusula de rescisión.

El departamento técnico debe contar con informes de otros entrenadores, se supone. Frank de Boer, por ejemplo, está en el paro tras una breve etapa en el Inter. Cocu ha sido el campeón de Holanda con el PSV en los dos últimos años. Mucho más improbable se intuye que Bartomeu y Robert, en un arrebato de valentía, apostaran por técnicos como Òscar Garcia, Amor o Carreras. O Eusebio Sacristán, que brilla en la Real tras haber sido despedido por Bartomeu del Barça B.