Durante muchas semanas, la racha de partidos sin perder (se quebró a los 22) tapó o desvió la atención sobre las consecuencias de los impagos del Castellón. Sin embargo, las dos derrotas consecutivas y la creciente incertidumbre sobre lo que puede pasar de ahora en adelante, con la fallida ampliación de capital, la huida hacia adelante de David Cruz y la obligatoriedad de retomar el calendario de retribuciones a Hacienda y Seguridad Social es un panorama tan sumamente alarmante, que ni siquiera la obsesión de Manu Calleja, en su intento de preservar las inviolabilidad del vestuario, consigue mantener fuera de sus cuatro paredes y, sobre todo, de las cabezas de sus inquilinos.

Desde la primera rueda de prensa que dio, Calleja siempre ha recalcado que cuando Cruz contactó con él, junto antes de que este perpetrase la destitución de Frank Castelló en plena Nochevieja, que el presidente y consejero delegado le había hablado más de las cosas buenas que de las malas del club. Dos meses después de aquellos hechos, el cántabro ha podido comprobar que la realidad ha sido mucho peor.

ACOSTUMBRADO A LA GRADA // Tal vez el símbolo de ese escenario, que afecta directamente a su figura, queda resumido en una fotografía en cada partido: la de Calleja obligado a dirigir al equipo desde la grada. Son ya siete partidos... y sin visos de que se arregle a corto plazo, puesto que el club y Castelló no han llegado a un acuerdo para que el técnico bocairentí perciba lo que reclama (el finiquito y también las mensualidades pendientes). No tiene más remedio que aceptarlo, porque es algo ajeno a su persona, pero que seguro le incomoda.

EL SANTUARIO // Otra de sus máximas es que los problemas del vestuario, se arreglan (o se quedan) en el vestuario. Efectivamente, de su boca no ha salido públicamente ni un solo reproche a la delicada situación y a su influencia en el día a día, aunque otra cosa es que lo diga a su círculo de confianza que, aquí, no es amplio y prácticamente vinculado a técnicos y personal del club. No obstante, desde su llegada no ha percibido un solo euro y, además, le toca ejercer de apagafuegos ante la plantilla, que, salvo algún caso aislado, ya acumula cuatro nómina pendientes, muy pendiente de lo que pueda pasar en el club...

El tono de las declaraciones de Calleja denotan que no tiene más remedio que aceptar la dura y cruda realidad del Castellón. Es decir, lo mismo que sus antecesores en el banquillo, solo que esta vez con peores augurios.

A Calleja solamente le queda trabajar con la máxima entereza para superar los importantes obstáculos en pos de los play-off.