Como estaba cantado, el Castellón no jugó contra el Llosa porque sus futbolistas, ante los impagos, fueron a la huelga. Se escribe así uno de los capítulos más negros en sus cerca de 90 años de historia. Otro más, aunque pocos tan lamentables y vergonzosos como éste, por lo que vuelve a ser noticia en el ámbito nacional.

La plantilla del Castellón mantuvo firme su postura de no jugar. Después de la atípica reunión de la víspera con Fernando Miralles y Jesús Jiménez, llamados a ser pasado y futuro -y el presente, ¿qué?- del club, la decisión, por votación democrática, estaba ya tomada. A medida que iban llegando a Castalia, corroboraban la idea. Hacia las cuatro de la tarde, el partido quedaba suspendido de facto, después de que el responsable de seguridad del estadio ordenara el cierre a cal y canto de todos los accesos al mismo.

Había que esperar, no obstante, hasta las cinco y media para que el árbitro firmara el acta, como era preceptivo. Hasta entonces, los dos equipos permanecieron recluidos en sus respectivos vestuarios: silencio en el local; todo lo contrario que en el visitante, donde reinaba la algarabía y la retransmisión radiofónica del Rayo Vallecano-Real Madrid.

A esa hora, la plantilla del Castellón comparecía en la sala de prensa para, en una carta escrita dirigida a la afición, explicar los motivos de su actuación, además de constatar que no tienen previsto una segunda jornada de vuelta, que supondría una catástrofe deportiva: el descenso a Preferente y la imposibilidad de subir la próxima temporada. Fuera, unos 200 seguidores habían comenzado a manifestarse en contra de Fernando Miralles, Castellnou2005 y la refundación.

CAMBIO DE IDEA // Cuando los jugadores abandonaron las instalaciones por una puerta que no era la principal, siguiendo instrucciones de la seguridad privada que custodiaba el estadio, los jugadores pudieron escuchar la reprobación de los aficionados, que tampoco entendían el motivo por el que no habían podido entrar en Castalia. La plantilla, que había expresado su intención de no acudir a la segunda parte de esa concentración pacífica, a las puertas del domicilio de Miralles en Figueroles, rectificó y también estuvo representada en ella.

Durante los últimos cinco meses gestor de la entidad no solo no estuvo en Castalia, sino que tampoco asomó por su casa. Tampoco Jiménez, el encargado ahora, según aseguran ambos, de no solo salvar a la entidad del destino al que parece abocado, sino de devolverle la dignidad. H