¡Con qué paradojas nos encontramos durante nuestro peregrinaje por este mundo! Resulta que durante 42 de mis 72 años he estado viendo carreras ciclistas, sin pensar en preparar mi inscripción para ninguna de ellas.

Hoy sí lo he hecho. No tiene categoría alguna, ni kilómetros de recorrido, ni maillots, ni calas. Simplemente salida y meta.

Allí, bajo la pancarta de llegada, habrá acabado todo. Es la única prueba en la que todos tendremos que recoger nuestro dorsal y pedalear. Yo no podía ser menos.

Dicen que cada uno tiene una forma de enfocar su tiempo, tanto de ocio como laboral. Lo mío ha sido la familia, intentar no hacer daño a nadie, el ciclismo y esta, Mediterráneo, mi empresa de toda la vida. Así de simple.

A raíz de saberse la extremísima gravedad de mi enfermedad, me han llegado mensajes y palabras de ánimo. ¿Qué ánimo? Un adiós anunciado. Se lo agradezco ya desde donde me encuentre.

En mis últimas horas de vida he podido constatar quiénes han sido mis amigos de verdad y quiénes los de la “palmadita en la espalda”. Pero ahora todo eso, sinceramente, ya no importa.

Antes de la despedida final, a mi esposa Marisa le recuerdo en su abnegación por sacarme adelante. ¡Cariño no ha podido ser! Y a mis hijos Sergio, Felipe y Salvador, saben que siempre he luchado para que no les faltara nada. Al resto qué os voy a decir…. Os quiero mucho a todos, de verdad. Adiós. H

Testimonio que Salvador March pidió a ‘Mediterráneo’ que publicara tras su muerte.