No descubro nada por decir que el sueño dormía la utopía, pero nadie nos quitará lo que anoche se disfrutó en el Madrigal. Sí, a pesar de la derrota, del gol tempranero de Neymar, que sumió al Barça en un letargo deseado, y la expulsión de Pina. El guión imposible.

Pero, con todo y con eso, me quedo con otros detalles. El Villarreal no bajó los brazos y dio la cara hasta el final, que su esfuerzo le costó. Mario le ganó una carrera impresionante a Neymar, Pina se hizo omnipresente y hasta dio un pase de crack sin mirar. Asenjo sigue a tope, Jona; gol a parte, hizo un trabajo incansable. Muestras, todas ellas, de trabajo, esfuerzo y calidad.

Todo eso se resume en un verbo: competir (con mayúsculas). Es a lo que nos tiene acostumbrados este Villarreal de Marcelino, y eso se algo que se tiene que agradecer.

Pero lo que más me gustó fue que todo lo mencionado anteriormente no le pasó por alto al Madrigal, concentrado en los ánimos al equipo, que se encendió con la diana del internacional mexicano y que estallaba con cada arrancada de los groguets. La recompensa, la gran ovación final de la grada. Una comunión de justo agradecimiento por el partido y por la temporada. Unión que debe continuar porque todavía quedan muchas ilusiones por las que luchar.

Hasta aquí, algunos de mis momentos del partidazo de anoche, ustedes tendrán los suyos. Quédense con ellos. H