Jaume Costa debió pensar algo así como vaya momento al tener que retirarse lesionado del terreno de juego del Estadio de Gran Canaria. El lateral valenciano ya no es ningún principiante a sus 29 años. Solo él sabe lo que le ha costado labrarse un futuro en una Primera División en la que estar o no en el lugar oportuno y en el momento oportuno es decisivo. Y él encontró los dos en el Villarreal, apostando fuerte para cambiar el Valencia por un filial, el amarillo, en el que reflotó su carrera.

La pasada semana conoció su presencia en la primera lista que maneja Lopetegui para el próximo Mundial. Estar en Rusia será complicada, puede que misión imposible para Jaume, pero el solo hecho de entrar en los planes de la Roja ya es un premio que hay que valorar en su justa medida y que no ha llegado por la repercusión mediática de un jugador al que no le han dado nada gratis. Ser cinco temporadas seguidas el lateral zurdo titular de un equipo de zona europea nos e regala, se gana día a día.

Si la presencia de Jaume Costa en la prelista de la Roja se puede considerar el premio a una trayectoria, la de Rodrigo es a una realidad incuestionable que coloca al madrileño como heredero más aventajado al timón de la selección. Lopetegui quiere que el 16 del Submarino empiece a sentirse parte del futuro de la Roja, más allá de su condición de fijo en el escalafón inferior, la sub-21. Lástima que ese futuro no vaya a estar ligado a partir del 30 de junio con el del Villarreal.