Sin el árbitro, el fútbol no tendría razón de ser. Sin embargo, sin quererlo siempre están en el ojo del huracán. El suyo es el trabajo más desprestigiado del deporte. En la élite son insultados y se pone en duda su imparcialidad y profesionalidad. En las categorías regionales, los insultos se convierten en amenazas y los reproches en agresiones. Como muestra, el Moró-Grau del pasado domingo.

Con solo 23 años, Javi Capilla es un castellonense que lleva las últimas siete temporadas en el mundo del arbitraje. Lo vive con pasión y tiene aspiraciones por ascender de categoría. Actualmente compagina la Primera con la Segunda Regional y la pasada jornada le tocó en gracia dirigir el Moró-Grau. El partido medía al primero con el segundo clasificado y no terminó en tragedia de milagro, aunque su coche no diría lo mismo, pues fue apedreado por unos vándalos.

“Cuando acabó el partido, dirigiéndome al párking, me lanzaron seis o siete piedras. Por suerte no me dio ninguna, pero en el vehículo ya era un blanco fácil y unos chavales que no tendrían más de 16 años me tiraron tres pedruscos. Uno de ellos impactó en la luna delantera, me asusté y volví corriendo al campo”, recuerda aún con el miedo en el cuerpo. Cuando volvió al estadio se encontró con el presidente del Moró, Santiago Forés, y con el tesorero, Alberto Edo, que le acompañaron al coche para que volviera a Castellón con el automóvil ya siniestrado: “Menos mal que todavía estaban ellos porque el delegado de campo, Jorge Bou, que en teoría debería ayudarme hasta el final, ya se había ido”.

El árbitro asegura que los agresores “eran chavales jóvenes”, pero no puede asegurar si estaban en el campo: “Juraría que eran aficionados, pero cuando pitas no tienes tiempo para fijarte en el público”. Javier Capilla reconoce que la Segunda Regional “es una categoría muy violenta”, aunque nunca habían llegado a estos extremos: “Me han dicho de todo y amenazado, pero jamás habían llegado tan lejos”.

LA RESPUESTA DEL CLUB // El presidente del Moró, Santiago Forés, lamenta y denuncia lo ocurrido, al tiempo que da su versión del suceso: “El partido era difícil, había mucha tensión y llamamos a la Guardia Civil en el descanso para que ayudara al colegiado, pero se fue tras el partido y no podemos controlar lo que pasa fuera del recinto deportivo”.

Forés recuerda que el árbitro les dijo que los agresores “estaban escondidos en un almendro” y añade que en Moró no hay precedentes de un caso similar: “Nunca ha pasado nada parecido y lamentamos que se nos relacione con esto”. H