UN MANO A MANO de Rossi con Munúa en la etapa inicial fue toda la producción ofensiva de un Villarreal que fue de regular a mal, y de mal a peor en una primera parte en la que anduvo sin brújula, perdido en el campo, sin jerarquía ni ideólogos que le condujeran por el camino adecuado.

EL LEVANTE llevó el partido donde quiso y golpeó de manera inesperada. Nano recupera en el sector izquierdo de su área, encuentra a Valdo, que desde el centro se abre hacia la izquierda y cuando los amarillos basculan cambia de orientación y Juanlu empala de forma extraordinaria.

NO HUBO señales de reacción por parte local. Sin avanzar juntando pases, el juego de los de Garrido se basaba en dos opciones muy desaconsejables, la conducción excesiva o el juego directo buscando a Rossi, que llevaba todas las de perder. Los centrocampistas disfrutaban del balón en zonas del campo intrascendentes.

BIEN POSICIONADO, con las líneas juntas, el Levante no dejó pasar ni la luz. Se sumaron su orden y las pocas luces del oponente para vivir una noche plácida, sin sobresaltos. Pero no se limitó a tapar oportunidades y buscó siempre que pudo hurgar en la herida.

UN SOLO punta, Koné, se bastó para poner en evidencia a los que cinco días atrás se habían manifestado como dos centrales sobrios. Por detrás de él, Juanlu, Barkero y, sobre todo Valdo, camparon a sus anchas cada vez que se desplegaron, causando el pánico entre las huestes amarillas desperdigadas por el campo sin ser capaces de parar una sola de las contras visitantes.

EL PANORAMA era desolador, y creo que Juan Carlos Garrido no debió esperar al tiempo de descanso para intentar revertir los acontecimientos. Mientras calentaba el argentino Marco Rubén, a Koné le dio tiempo a desairar una vez más a toda la zaga amarilla para asistir a Juanlu. Otra jugada iniciada en un costado del campo y finalizada en el contrario.

ESTA VEZ, la conocida variante de poner mas vocación ofensiva en la medular y ubicar a Bruno de central no sirvió ni tan siquiera para tapar el descorchado. Es cierto que con el delantero argentino se ganó en presencia en el área contraria, incluso Delgado Ferreiro le birló un penalti, pero todo fue producto de la inercia del Levante que poco a poco se dedicó a contemporizar y jugar en función del resultado.

EL SUBMARINO no estuvo bien con el balón ni sin él, sencillamente no estuvo, como si las musas, la actitud y el físico se hubieran quedado en la ciudad de Manchester. Entre tanto, y tras dos o tres nuevos avisos, Arouna Koné convertía el marcador en una tragedia ya irreparable. Tiempo quedaba suficiente, pero lo que faltaban eran recursos a un equipo cuyos jugadores no ganaron un solo duelo individual.

MAL, MUY MAL estuvo el Villarreal, pero eso no debe restar méritos a un Levante espléndido en su propuesta y en el control de los acontecimientos en cada momento del partido. Impecable en el rigor defensivo, y un cuchillo afilado cuando contragolpeó, siempre en superioridad y con pocos toques. Su victoria en el Madrigal es incontestable y deja tocado a un Submarino amarillo que empieza a preocupar seriamente. H