GARRIDO podía ser un problema; otro, la actitud de los jugadores. Ayer había otro técnico, el compromiso del grupo fue notable, pero todavía hay un tercer problema: la clasificación. Se recuperan virtudes, se erradican defectos, pero el estar en una zona de máximo riesgo coarta en exceso las capacidades de los futbolistas.

ANTE el Valencia, con poco se logró una renta extraordinaria pero, también con muy poco, el rival fue capaz de igualar. Posiblemente, estando en una situación mas desahogada, el Submarino hubiera podido jugar más suelto, más atrevido para matar el partido y sumar los tres puntos.

LA fóRMULA de Molina fue la lógica. Puso a los teóricos mejores, utilizó el sistema adecuado e intentó que el equipo creciera a partir del orden, un conjunto formado de atrás hacia delante, con mejores prestaciones a nivel estructural y posicional. La mejor defensa es un buen ataque, y una buena zaga que no da ventajas.

LOS DOS equipos buscaron en el inicio reducir espacios. Tantas apreturas daban para poco lustre. Si Molina buscaba equilibrio, tapar las opciones del rival y aprovechar las suyas, le salió perfecto. En dos zarpazos puso tierra de por medio y, de repente, el Valencia se encontró con un escenario insospechado e incómodo.

CON EL 2-0, el Villarreal se arropó bien en la zona central, cedió voluntariamente la iniciativa sin atrincherarse y atascó a los de Emery, que buscaban el faro de Banega, un tanto individualista. No era el día ideal para los talentos, y menos cuando aparecieron los malos modos, las excesivas protestas, las faltas continuas.

TODO esto no les iba mal a los amarillos, que no padecían sofocones. Cerraron bien los pasillos de seguridad, especialmente los interiores. Bruno Y Senna ahogaron a Jonas, un hombre letal entre líneas, y al que se vio poco. Incluso el Submarino se marcó un rondo gigantesco de 30 segundos épicos en el que a todos nos entró un ataque de nostalgia.

SIN EMBARGO, un centro-pelotazo de Miguel lo cazó de cabeza Feghouli, en el único error grueso de una zaga que había dominado el juego aéreo en las dos áreas. Tras la vuelta de la caseta y un par de remates de Cani y Borja, la inercia del partido fue la esperada, con el Valencia intentado ir arriba, pero sin demasiada claridad.

AL MARGEN de la tabla y el gol visitante, creo que el Villarreal notó la poca aportación de Nilmar. Tenía espacios, podía sacar provecho del trabajo descomunal de Marco Ruben, pero volvió a pasar inadvertido. Tenía que haber comprometido mucho más a la defensa visitante con su velocidad. Interesaba que pasaran pocas cosas, y no hubo grandes noticias, pero el peligro del marcador fronterizo era evidente.

ME EXTRAÑó mucho que Aduriz fuera el último cambio de Unai Emery y no el primero. No le valía tener mucho balón a los suyos, se le escapa el partido y necesitaba un juego más directo porque el Villarreal le cerraba todas las vías de llegada. Salió el delantero centro y aprovechó un doble error de la pareja de centrales local cuando el partido ya languidecía.

MEJORíA la hubo en facetas básicas para un equipo que está en graves apuros: contundencia, equilibrio, incluso en algunos pasajes generó buen fútbol que reconcilió al equipo con la grada. La autoestima parece haber aumentado, pero la vitamina de la confianza solo puede llegar a través de las victorias. H