Pablo Íñiguez de Heredia Larraz compartió (Valencia, 20-1-94) se sentó por primera vez el sábado en el banquillo del Madrigal, por lo menos con un partido oficial en marcha. Juega en el Villarreal desde edad benjamín y desde niño no conoce otra pasión en fútbol que no sea la de disfrutar desde la grada con los colores amarillos. Tenía solo 12 años cuando Riquelme falló aquel penalti que pudo llevar al Villarreal a una final de la Champions y celebró con su abuela --la fan amarilla más exigente- el subcampeonato de Liga. Es un tanto tímido y le encanta pasar desapercibido. Posiblemente del fútbol lo que peor llevaría sería la popularidad que persigue a los futbolistas.

Cuando pasea por la Ciudad Deportiva es uno más de los numerosos chicos que sueñan con jugar algún día en el Villarreal en Primera División, aunque forma parte del selecto grupo que ya conocen lo que es haber defendido la camiseta de la selección española sub-17.

Dicen los locos de las redes sociales que un twittero empieza a ser alguien cuando posee 500 seguidores. Su cuenta de twitter anuncia que Pablo cuenta con 230 followers, entre los que figuran un buen número de canteranos amarillos. Dos de sus grandes ídolos Rossi y Borja Valero tenían ayer por la noche 301.935 y 68.688 respectivamente. Pero su carrera acaba de comenzar y dentro de poco ya se le conocerá, por esos campos de 3ª División donde milita el filial C, como el mediocentro (o defensa central) que ya ha sido convocado con el primer equipo.

El sábado, sentado en el banquillo, seguramente se daría cuenta de que siete de los jugadores que formaban parte del once titular que ganó al Betis, habian pasado por el filial amarillo durante su carrera. Pablo hizo panda con Joselu y Manu Trigueros, que esperaban nerviosos la llama de Juan Carlos Garrido para saltar al campo y recibió alguna que otra carantoña de Diego López, Senna o Marchena. Era una posibilidad más que factible, puesto que en apenas año y ocho meses ya han sido 15 los jugadores que han debutado en la élite con la camiseta grogueta previo paso por las categorías inferiores.

Pablo asistió a la culminación de un cambio de estilo que se ha ido gestando como respuesta y adaptación al rosario de desgracias que han lastrado al Villarreal esta temporada. Su calidad técnica se ajusta más a la filosofía de fútbol vistoso y elegante del Villarreal del último lustro, pero él forma parte de un grupo de futbolistas que están llamados a formar parte de otro proyecto brillante. En el interín vive con ilusión esta transición, por llamarla de alguna manera, porque pese a tanta calamidad el Submarino concluyó la jornada a solo tres puntos de los puestos europeos.

Cuando terminó el partido celebró la victoria con sus ídolos/compañeros y se marchó a casa a descansar, puesto que al día siguiente tenía que jugar en Borriol con el Villarreal C. De Primera a Tercera en apenas unas horas. En el Madrigal y en el Palmar de Borriol tuvo muy de cerca a su familia, que nunca se pierde ningún partido del Villarreal y de sus filiales si la agenda se lo permite.

Pablo Íñiguez y Fernando Roig comparten un secreto en común, que muy pocos conocen. No les gusta que nadie lo sepa, pero menos a Pablo que a Fernando. Seguro que el chico no comprenderá que yo les haya hecho partícipes a ustedes de él. Y puede que hasta no forme parte de su grupo de amigos en el futuro, a no ser que comprenda esta bendita profesión de contar cosas. Miedo me da cuando me encuentre con su encantadora abuela Trini Roig, hermana del presidente y tía de Roig Negueroles, pero ella lo entenderá más que nadie, puesto que su sobrina Elena también es periodista. Sí, Pablo Íñiguez no solo es una de las grandes esperanzas de la cantera amarilla es, además, el sobrino del presidente. El secreto mejor guardado de Fernando Roig. Y también del dorsal número 53. H