Con ese esquema, Castellani se convertía en el icono creativo y el argentino aún anda algo verde para asumir tanta responsabilidad. Con todo, la mutación más importante del código genético amarillo fue su filosofía. El Villarreal basó su fútbol en el balón largo a los tres puntas, pero con un equipo como el Levante, que no se despliega nunca sobre el campo rival a no ser que sea para buscar la contra, todos los intentos murieron uno tras otro en el área sin que Munúa interviniera.

El partido era feo, los porteros se convertían en meros espectadores y el Levante-Villarreal se convertía en serio candidato a encuentro coñazo de la temporada. El equipo amarillo ni sufrió ni hizo sufrir a su rival.

APARECEN LOS NERVIOS // El resultado justo en la primera parte fue el de empate a nada. Tras el descanso, los amarillos entraron algo perdidos. El Levante, como una hormiguita, fue ganando metro a metro la lucha en el cuerpo a cuerpo. El Submarino perdía el control y comenzaba a ver como el peligro acechaba su área. La lucha de la tranquilidad contra los nervios y las urgencias de los amarillos decantaban un partido que durante el primer acto ni había salido del molde táctico.

Molina movió piezas, pero mantuvo los tres puntas. La salida de Marchena por Castellani reforzaba el músculo pero debilitaba la fantasía del Villarreal. El cambio equilibró las fuerzas en la medular y el Submarino generó su primera ocasión, más por demérito granota que por acierto propio. El tesón de Senna y la lucha de Bruno reequilibraron el choque, que volvió a ser como antes, es decir, malo de solemnidad. Marchena refrendó que el Villarreal vive al borde de un ataque de nervios constante y en un minuto vio dos amarillas y dejó en el 89 a su equipo con un jugador menos. En el carrusel de nervios y equivocaciones, se unió Molina.

El extécnico pecó de inexperiencia y ordenó una sustitución en una acción a balón parado. Nilmar, que estaba ubicado en la barrera, dejó su puesto a Camuñas tanto en el campo como de obstáculo entre el lanzador y la portería. Rubén Suárez conectó un zambombazo que contó con la colaboración solidaria de Camuñas, quien se agachó ante la potencia del balón, sorprendiendo a Diego López y tras golpear en el poste fue rematado por Xavi Torres en el descuento. Un error grave del ex de Osasuna. Incluso, el jugador del Levante estaba en fuera de juego cuando el balón salió de las botas de Rubén Suárez. El Villarreal es ahora un perro flaco y con muchas pulgas. H

El Villarreal necesita urgentemente un discípulo de Freud más que un entrenador. Actualmente es un equipo con un agudo síndrome depresivo que atenaza sus piernas, atasca su mente y secuestra su fantasía futbolística. La suerte le esquiva y los puntos se le escurren por el desagüe hasta cuando el tapón ya está puesto porque el árbitro se dispone a señalar la finalización del partido.

A Molina se le pedía que cambiara algo para que su equipo empezara a adaptarse a su nueva situación. No es lo mismo jugar para luchar por Europa que para eludir el descenso. Y el ya exentrenador se aplicó el cuento y el Villarreal sufrió una seria mutación en el Ciutat de Valencia.

La transformación afectó a la composición del once, donde se podían ver muchas novedades.

La línea más remozada fue la defensa, con cambios en los dos laterales y en el eje central con la entrada de Mario, Joan Oriol y Musacchio. La variación en el dibujo táctico del 4-4-2 habitual al 4-3-3 motivó la presencia de Castellani. El Submarino hizo bueno el axioma de que no por acumular más delanteros se pueden marcar más goles o generar un mayor número de ocasiones. Ni un solo tiro a puerta con peligro en los 90 minutos. Era complicado, porque al margen de que Nilmar, Martinuccio o Marco Ruben estuvieran más o menos acertados, el Villarreal parecía jugar partido en dos, con sus tres puntas perdidos en una isla en el océano. Con Senna y Bruno en el centro del campo, el Villarreal se aseguraba compromiso, criterio, trabajo y equilibrio táctico, pero sus características garantizaban un cierto déficit para la elaboración de ese último pase decisivo.