Llevo tiempo en silencio con el CD Castellón. Ni es por miedo a nadie, ni por supuesto por querer obviar a una institución a la que dispenso respeto y cariño a toneladas. Siempre me quedo con las emociones, los sentimientos y el sentir de la gente de la calle, sobre todos de aquellos que no están influenciados por ninguna corriente de opinión. Luego las meto todas en mi batidora y me quedo con la esencia. Han pasado tres meses desde aquel fatídico penalti de Gavà. Ya no es momento de llorar sino de reaccionar. Aquella promoción logró que despertara la fiebre albinegra (nunca morirá). Solo bastó con poner un poco de cariño y trabajar en la misma dirección que pedía la gente. Jordi Bruixola no era, posiblemente, ningún genio, ni seguro que un tipo altruista, pero supo hacer bien su trabajo. Solo había que seguir la fuerza de la ola y estoy seguro de que del viento hubiera acompañado al Castellón. Pero de nuevo el elefante entró en la cacharrería de Castalia y arrasó con todo. Como si la torpeza fuera una virtud, y la lógica y la coherencia cuestiones proscritas para el papa en funciones de la fe albinegra.

Se fueron acumulando despropósitos, como si el enemigo dictase la hoja de ruta para enterrar al Castellón. Se empeoró en todo, desde el servicio de prensa, hasta la dirección general del club, pasando por incomprensibles salidas de futbolistas. No entraré en el apartado técnico, porque para elogiar a Kiko Ramírez no caeré en el error de desprestigiar a Frank Castelló, para mí también un buen profesional al que respeto. Y lo digo porque en la etapa de Cruz se sale a dos y tres entrenadores por temporada. Solo aguantó Fernández Cuesta, y creo que más por su cameleónica forma de ser que por otra cuestión. Persiste a todos los cambios Ramón Moya, cuya nefasta gestión deportiva no atiende a subjetividades, y no voy a perder el tiempo en contar la gran cantidad de jugadores que han pasado por Castalia, ni mal pensar para buscar los motivos. Solo analizó la ineptitud.

Y me duele en el corazón que solo vayan mil espectadores a Castalia. Por algo será, porque sigo viendo gente corriendo en la playa o en la ruta del colesterol con camisetas albinegras, y un sinfín de niños que presumen de ellas. Algo se ha hecho mal. Respeto a los que no van a Castalia, porque entiendo que están hiriendo su orgullo y su corazón. Y respeto a los que acuden a su cita, porque ellos pelean a muerte contra el secuestro de su club. Cada uno defiende su sentimiento como prefiere.

No quiero la refundación. Soy un tonto nostálgico. Lo sé, pero soy así. Pero sí quiero que este club caiga en unas manos que le quieran, le respeten y no jueguen con su nombre. No pido un multimillonario. Me conformo con un presidente que ame esta camiseta. Y quiero con todo mi corazón que se haga justicia con los verdaderos responsables de todo lo que le ha pasado al Castellón. Sentimiento Albinegro sigue en la pelea y ojalá la gane.

David Cruz debe dejar el Castellón en otras manos. Su hora ha pasado. Tiene que hacer un ejercicio de responsabilidad. Eso sí, le reconozco que en su momento peleó por salvar la entidad. Ni le tengo odio ni rencor, a pesar de que en su momento nos prohibió entrar al estadio y me llegó a faltar al respeto. Solo espero que medite por el bien del club. Y en el interín seguiré apoyando al Castellón.

Pero, por favor, no quiero ver más como se arrastra esa camiseta. Hay que tomar soluciones. Y en la batalla de salvar al Castellón solo existe un partido, cuyas papeletas van pintadas de blanco y negro. Después de dos elecciones generales, y en camino las terceras, casi parece utópico referirse a pactos y consensos, pero el CD Castellón se lo merece. Se puede ser muy digno en 3ª División y mientras se esté en esa categoría habrá que adaptarse a ella. Y no hacen falta tantos cargos con nombres rimbombantes escritos en una tarjeta de visita. Solo gente que trabaje por y para el Castellón. PPO.