El Villarreal también ofrece expectativas halagüeñas para el futuro, siempre que se corrijan sus veleidades defensivas y su falta de contundencia en ataque.

El resultado caminó en la frontera de decantarse de un bando u otro en la segunda parte, con un intercambio de golpes final entre ambos que no logró en ningún caso dejar KO a su rival.

NOVEDADES DE MOLINA // Los planes son una cosa, la realidad otra muy distinta. Al Athletic se le temía por el poderío de su juego aéreo y la estadística avalaba con números la tesis, ya que le situaba como el equipo que más goles ha obtenido con la cabeza. Un dato que contrastaba con la debilidad del Villarreal para defender el fútbol de altura. Molina intentó contrarrestar la fortaleza de Fernando Llorente, y su envergadura, con la inclusión de Zapata en el eje de la zaga. La otra novedad del técnico era Martinuccio, quien se estrenaba como titular. A la hora de la verdad, Bielsa reservó al espigado delantero por unas molestias físicas y el Athletic apenas inquietó por arriba.

El juego del Submarino no fue brillante, posiblemente porque Borja y Cani no exhibieron esa lucidez habitual, pero el mayor dinamismo y la nota media global del equipo, producto del crecimiento del cómputo de las individualidades, posibilitó que el conjunto de Molina ofreciera una buena cara. Al mando de las operaciones el capitán Senna y su ahijado Bruno. Se lo guisaron y lo comieron ellos solo. Si había que fajarse en la arena, se ponían el traje de gladiador encajado a medida, y cuando la ocasión requería el pase medido o criterio para desplazar el balón, ambos lucían frac como si desde la escuela hubiera sido su indumentaria obligada. Por el contrario, Borja y Cani perdieron muchos balones.

El Villarrreal movió la pelota con más dinamismo y su juego, menos preciso, adquirió un tono más efectivista. El plus ayer fue Martinuccio. El argentino aportó velocidad, desequilibrio, frescura, dinamismo y movilidad en ataque, un elenco de cualidades de las que anda un tanto escaso el equipo de Molina.

La segunda parte tuvo otro color. La aparición de Fernando Llorente supuso un punto de inflexión para el Athletic. Bielsa le sacó en la segunda parte y la superioridad amarilla del primer tiempo se equilibró. El 9 gozó de una clara oportunidad de esas que el internacional de la Roja no suele perdonar, tan clara como la que desperdició Martinuccio unos minutos antes... Y luego Senna le hizo un penalti que afortunadamente el árbitro no vio.

El Athletic volteó el partido en solo cinco minutos con dos fogonazos de Llorente y Susaeta, este último producto de un error de Ángel. El Villarreal parecía hundido, pero Nilmar le devolvió a la vida al rematar una acción de Martinuccio. Con el empate, el marcador vivió en la frontera de decantarse por el Villarreal o por el Athletic en unos minutos de locura, taquicardia e infarto colectivo. No necesariamente un partido de imprecisiones tiene porque ser malo. El ejemplo bien claro fue el de ayer. El Madrigal se lo pasó en grande. H

El partido fue vibrante, que no brillante. Hubo espectáculo, que no acciones espectaculares. Las sensaciones parecieron tan buenas como numerosos los errores, más los del Villarreal que los del Athletic. El equipo de Molina tuvo el partido ganado y también estuvo a punto de perderlo. Los amarillos volvieron a demostrar que son un bloque muy detallista, pero al que los pequeños detalles le pierden. El Athletic está dirigido por un loco, pero todo lo que hace posee un raciocinio absoluto. Y, al final, cualquier argumento podría ser válido, tanto el que razonara que el Villarreal mereció la victoria, como otro contrario que esgrimiera que a los rojiblancos se les escapó el triunfo inmerecidamente.

El empate no les dejó insatisfechos, aunque sí les supo a poco a los dos equipos. Lo cierto es que el Villarreal transmitió buenas vibraciones, pero al final quedó el regusto amargo de los viejos defectos que le han condenado al equipo a pelear en la parte baja de la clasificación esta temporada. Tan real como que el Madrigal se lo pasó en grande en una matinal dominical con sabor a fútbol de verdad, del bueno, del que no deja insatisfecho a nadie. Igual de real como que al Villarreal todavía le queda mucho camino por recorrer para sellar su permanencia. Este equipo todavía sigue subido en un tobogán. A veces sube y parece que se engancha arriba; en otras baja y da vértigo pensar el peligro que acecha con el descenso a solo tres puntos de distancia. Ayer, subió y bajó, pero paradójicamente dejó satisfecho a todo el mundo, posiblemente porque el Athletic demostró que es uno de los conjuntos con más futuro de la Liga española.