El Villarreal ha vivido momentos mágicos con el pellegrinismo, pero ahora asume el riesgo de ser esclavo de una forma especial de entender este deporte, que convirtió al Madrigal en un templo del fútbol de diseño. A Manuel Pellegrini, el mejor entrenador de la historia del Villarreal, no le fue fácil implantar la filosofía y el estilo que él pretendía. Yo fui uno de los más críticos porque en aquel entonces su idea revolucionó un tanto el concepto que habíamos estado viviendo. Pero el técnico chileno fue cociendo el Villarreal que pretendía a fuego lento con los ingredientes que consideraba adecuados. Y la verdad es que he pasado tardes inolvidables de fútbol de ensueño.

Con el tiempo he mantenido alguna larga y amena conversación con Pellegrini, en la que me sentí como el estudiante ávido de conocimientos en su asignatura favorita, que afronta el primer día en la universidad. Siempre fiel a su idea, que mantenía con personalidad, como demostró en el Real Madrid pese a la maquiavélica y orquestada tortura psicólogica de Florentino Pérez por su empeño en defender a Robben y Sneijder. En el Málaga ha demostrado nuevamente su personalidad, convirtiéndose en el portavoz de los jugadores en sus reclamaciones económicas contra el jeque. No es casualidad su éxito, demostrado en tres clubs muy distintos.

Pellegrini siempre diferenciaba el fútbol competitivo del formativo. Eran cuestiones muy diferentes para alguien que defendía el trabajo con la cantera, pero con el necesario tiempo para la formación. Cazorla fue cedido al Recre para completar su maduración. Es muy complicado que el Villarreal vuelva a repetir aquel lustro de oro, en el que acarició una final de la Champions y fue subcampeón de Liga.

Después de Pellegrini han pasado Valverde, Garrido, Molina, Lotina y ahora Julio Velázquez. Ernesto Valverde quiso implantar su propio estilo y acabó siendo víctima del pellegrinismo. Siempre creí que el vasco era un buen técnico, además de un hombre de gran categoría humana. En el Villarreal la filosofía del buen fútbol es innegociable. Pero yo siempre he pensado que no existe un manual único, sino la correcta aplicación de una propuesta para conseguir el fin deseado y considero que ni el hábitat ni las circunstancias del actual Villarreal son las mismas. Por tanto, no podemos ser en estos momentos esclavos del pellegrinismo, porque seguramente hasta el propio Pellegrini lo reinventaría.

Ni el estado del terreno de juego es el mismo que en Primera y tampoco se posee el mismo perfil de futbolistas. El resultado es que partiendo de una idea buena se logra un estilo indefinido y sin alma propia. Pienso, y así lo expongo, que este equipo de Velázquez no posee capacidad para salir con el balón desde atrás jugado con la misma precisión que antaño y es vital modificar planteamientos. Con ello no quiero decir que se tenga que abanderar una revolución. No, ni muchos menos. Se puede jugar bien, pero de otra manera. Y creo que hay que tener muy claro que lo primero es competir y luego ir formando poco a poco a los chicos que vienen de la cantera y a quienes auguro un gran futuro. Sí, pero hay que ganar y ascender. Entiendo perfectamente el terrible enfado del presidente en Soria, porque todos sentíamos lo mismo, con la diferencia de que Fernando Roig se juega su patrimonio. Para acabar estas líneas, y por el aluvión de críticas al entrenador que recibo, mantendré idéntico discurso que cuando se venció al Mirandés: Velázquez es responsable, pero no culpable. El técnico es quien debe enderezar el rumbo porque todavía resta mucho tiempo y el ascenso directo se halla a solo cuatro puntos y el liderato a seis. Eso me hace ser optimista, aunque en la misma línea mantengo que hay que reforzar el equipo. Admiro el pellegrinismo, he disfrutado con locura con esta corriente de peso en el fútbol español, pero no quiero morir con ella. #Volveremos. H