Los aficionados al fútbol en general, aquellos que encienden a las tres de la tarde la televisión para ver qué ha hecho su equipo, vieron ayer los goles de Benzema y de Cristiano, también escucharon los gritos de Iker Casillas a su defensa, vieron cómo el portero repartía los guantes a unos aficionados o la avioneta con un mensaje dirigido al futbolista portugués.

Pero esa España no vio la volea de Trigueros al final de la primera parte que pudo cambiar el signo del partido y los posteriores nervios de Cristiano después de que Marcelo sacara ese balón cuando estaba a punto de introducirse en la portería del Real Madrid. España, sin embargo, no escuchó los constantes gritos de ánimo del capitán amarillo Bruno Soriano a sus compañeros. Tampoco vio el debut de los hermanos Do Santos juntos en un terrero de juego, ni mucho menos vio al Madrigal ovacionar a su equipo en el minuto 75 con dos goles en contra.

La memoria fotográfica hace que los recuerdos amarillos de esa tarde se queden grabados en la mente de quienes estuvimos allí. Con seguro más de 20.000 interpretaciones distintas -una por cada aficionado-, pero vimos más que todo lo que nos enseñaron en televisión y sabemos que aquellos que iban de amarillo eran los del Villarreal.

Los mismos que regresaron a Primera para ponérselo difícil a las estrellas. Porque, a veces, no todo es tan bonito como parece en televisión. H