La poderosa Francia de Antoine Griezmann y Kylian Mbappé es la nueva reina del fútbol. Cuatro años después del triunfo de Alemania en Maracaná, los bleus certificaron el cambio de mando en Moscú. Se habían quedado a las puertas de su objetivo en la Eurocopa del 2016 en su casa, pero en Rusia acabaron de completar su camino. Veinte años después del éxito de la generación comandada por Zidane y el actual seleccionador Deschamps, Francia vuelve a la cima. La maravillosa aventura croata finalizó ayer con lágrimas (4-2). Puede irse orgullosa la selección balcánica, que mantuvo su fe y orgullo.

Se acabó cumpliendo la lógica en el estadio Luzhniki. Con mayoría croata en las gradas, algo extraordinario teniendo en cuenta las dimensiones del país, Francia acabó llevándose la gloria con una selección repleta de paralelismos con la campeona de 1998. El estilo sobrio, la presencia de un nueve sin gol como Giroud, la mezcla perfecta de talento y físico... Todo conduce a esa comparación entre dos selecciones que acabaron levantando la Copa.

El discutido Deschamps, presente en ambas citas, se une a Zagallo y Beckenbauer en ese selecto grupo de hombres que lograron la estrella como jugador y técnico. Después de la época marcada por el dominio de España y Alemania, dos selecciones atractivas amantes de la posesión, ha llegado el momento de la vigorosa Francia, un justo campeón con otras virtudes. No disfruta con el pase y el toque, prefiere el rigor y el vértigo. Así fue avanzando rondas en Rusia sin excesivos apuros hasta presentarse en la final ante un adversario más castigado pero igualmente admirable por su capacidad de resistencia.

Empezó Francia su camino con un triunfo ante Australia beneficiada por el VAR y encarriló su éxito final de la misma forma. En aquel debut el uruguayo Andrés Cunha se convirtió en el primer árbitro de la historia en cambiar una decisión con el vídeo al señalar un polémico penalti sobre Griezmann. Ayer fue el argentino Néstor Pitana el protagonista. El 1-0 de Mandzukic en propia meta se originó en una falta muy dudosa sobre el astro del Atlético.

A FAVOR DEL PODEROSO / El 2-1 fue aún más debatible. Un córner lanzado por el Principito pegó en la mano de Perisic de forma involuntaria. El colegiado no vio nada. Segundos después, entró en escena el VAR. Con múltiples visionados Pitana mantenía las dudas. Tras muchos vaivenes se decantó por el penalti. Con VAR o sin VAR, el criterio volvió a ser el clásico: beneficiar al poderoso.

Entre ambos goles llegó el empate de Perisic, el extremo del Inter que ya agitó a su selección en la semifinal contra Inglaterra. Sorprendió a Lloris con un zurdazo excelente tras burlar a Kanté (m. 28). El mediocentro del Chelsea, muy lejos del nivel exhibido en el torneo, fue una de las decepciones de la final. Al descanso llegó Francia con una afortunada ventaja. No hizo nada reseñable para merecer ese premio ante un rival con muchos más minutos sobre las piernas, pero con la ambición intacta, empezando por un Rakitic descomunal.

Desde el primer momento especularon los bleus en busca de ese guión que tanto gusta a su técnico: orden a la espera del zarpazo. Con esa fórmula y el respaldo de Pitana, los franceses encararon la segunda mitad con buenas perspectivas. Croacia volvió del vestuario con la misma intensidad y corazón. Rebic acarició el empate con un gran tiro desviado por Lloris, pero Francia se mueve como nadie en ese contexto de agobio y resolvió la final. Dos tantos en cinco minutos de Pogba (m. 59) y Mbappé (m. 64) aclararon las cosas. Quedaba media hora y Croacia jamás se rindió. El gol del incansable Mandzukic tras un fallo de Lloris fue el último latido de una selección admirable que se dejó el alma hasta el adiós.

El éxito francés coronó un torneo modélico. Puede estar muy orgullosa Rusia de su organización. Todo funcionó a la perfección en un país sobre el que se habían vertido demasiadas dudas. La aparición anecdótica de unos espontáneos en la segunda mitad de la final fue el único lunar de una seguridad ejemplar en 64 encuentros. Lo mismo puede decirse de las infraestructuras o la gran labor de los 17.000 voluntarios. Qatar cogerá el relevo en el 2022. El listón está muy alto.