Sentía Alejandro Valverde que tenía un puñal clavado en la clavícula izquierda, consecuencia de una caída, otra más en un año nefasto en todas las carreras ciclistas en cuanto a accidentes. Y aun así atacaba en uno de esos puertos que la Vuelta presenta, corto y durísimo, donde hay que retorcer el alma para no poner el pie en el suelo, donde está prohibido estornudar, donde los corredores se quedan sin aliento y no pueden articular palabra al cruzar la meta.

Notaba Purito Rodríguez que ascendía demasiado solo, sin ayuda de cámara porque su equipo, el Katusha, se había esforzado demasiado, muy pronto, para anular la escapada de la jornada, que es el pan nuestro de cada día en cada etapa ya sea el Tour, la Vuelta o el Giro.

Y veían todos que Chris Froome tiene siete vidas, que es una especie de Cid británico a la conquista de las colinas españolas. Tiene una especie de motor diésel, que necesita un tiempo para revolucionarse. Cuando todos comienzan a atacar --primero Valverde, pese al dolor tras una montonera al inicio de la etapa, y luego Nairo Quintana--, Froome cede unos metros, como buscando impulso, como si necesitase ver a todos delante para decirse a sí mismo que es el ganador del Tour y que un vencedor en París no puede ceder terreno en la Vuelta.

En la ascensión a Puig Llorença apareció ayer el monstruo de la Pierre de Sant Martin, como un gato con siete vidas, para mover el plato de la bici como si fuera un molinillo, para buscar la victoria que en el último suspiro le birló Tom Dumoulin, quien hasta que llegó a la Vuelta se distinguía más como un contrarrelojista que como un escalador y que desde ayer lidera la ronda española. El holandés es el arquetipo del clásico corredor que se deja ver y acostumbra a dar la sorpresa en la ronda española.

final trepidante // Purito ya es segundo en la general de la Vuelta. Fue el único que aguantó la embestida de Froome; una situación parecida al muro de Huy, donde el catalán ganó y fue más rápido que el británico, segundo aquel día cuando ya se vistió de amarillo. Y en eso apareció Dumoulin para quitarle la victoria que ya ansiaba Froome.

Fue un día de entuertos, en una Vuelta que no tiene la suerte de cara, tras el día más accidentado en la carrera, el sábado por los alrededores de Murcia. “Parece que tenga un cuchillo clavado en la clavícula. No pude hacer nada para sortear la caída”. El hospital fue el lugar de destino de Valverde, donde conoció con alivio que no hay fractura sino solo un fuerte golpe en la zona afectada. H