Tres veces disparó a puerta el Getafe. Dos goles. Una, al palo, el Villarreal. Cero goles. Una estadística contundente. Efectividad contra poca contundencia defensiva. Mucho acierto contra la poca producción ofensiva. Las áreas, la propia y la rival, fueron ayer un terreno pantanoso para el Villarreal. Además de la habitual ración de lesiones, que esta vez fue para Mario.

Cierto que el partido estaba muy condicionado. Sin delanteros, pero también sin último pase, sin remate (ni de cerca ni de lejos), o sea sin gol. Marcelino buscó ayer el buen pie de sus centrocampistas, pero todo se quedó en agua de borrajas. En el fútbol moderno, ese del marketing, los delanteros son los que venden camisetas; en el Submarino, a este paso, el producto líder en ventas serían los guantes de Areola. Ejemplo claro.

La situación es la que es. El Villarreal pasa por un momento de dificultad. Una circunstancia inesperada tal como empezó la temporada. Para el míster, un momento para preocuparse y ocuparse; cosa que no dudo hace desde hace tiempo. Para los aficionados, momento de difícil digestión. Pasar de la ilusión al mal trago es complicado. En la plantilla, se hace necesario el paso delante de todos, como dijo Soldado. Un terreno abonado a la crítica, que es lo fácil. Pero también es el momento de todos: técnico, jugadores, aficionados y club. Las soluciones pasan por la serenidad en la toma de las decisiones. Lo que se ha hecho hasta ahora tampoco se puede ni se debe olvidar. H