Si existe ese Dios en el que Stephen Curry cree, el propio base de los Golden State Warriors es uno de sus milagros. Al menos en una cancha. Esta semana los de Oakland firmaron el mejor inicio de temporada en la historia de la NBA, sumando ante los Lakers su 16ª victoria, y como protagonista de la gesta warrior está el número 30, que en su séptima temporada en la NBA y seis meses después de alzarse con el MVP y llevar a los de Oakland a su primer anillo desde 1975, continúa encandilando mientras mejora sus propias estadísticas: 31,9 puntos por partido, 5,1 rebotes, 6,1 asistencias...

Números del base que en las dos últimas temporadas ha batido récords de triples ligeramente mejores que los de Michael Jordan a las mismas alturas de carrera y sin que por primera vez se vea como un sacrilegio la comparativa. Lo hizo Kevin Garnett después de que Curry anotara 46 puntos a sus Timberwolves. “Igual que Jordan era algo totalmente diferente, este chico es único -tuiteó-. Es bello para el baloncesto”.

Steve Nash, asesor en los Warriors esta temporada, ha mantenido la distancia al declarar que “no compararía a nadie con Michael Jordan”, pero, le da a Curry un espacio en el altar hasta ahora intocable. “Steph se está volviendo una categoría histórica en sí misma, está en el mejor momento de su carrera y estará unos años más. La forma cómo mejora y el nivel al que juega es... como nadie más. Su capacidad de hacer tiros y a la vez manejar las tareas de crear jugadas es histórica -ha declarado el que fue base de los Suns-. Creo que será difícil encontrar un jugador con más talento en la historia de este deporte”.

Malabares // El milagro Steph se edifica en más que números. Ahí está su arte en la cancha, que llevaba a The New York Times a dedicarle un reportaje en que bailarines de ballet analizaban su inmensa capacidad de movimiento y coordinación, aparentemente sin esfuerzo. “Es como un mago haciendo malabares con el balón cuando está a un metro del suelo”, decía el director artístico de la compañía de ballet de Oakland, Graham Lustig, maravillado por la capacidad de Curry de crear algo nuevo en cada jugada. “Parece que se mueve en una dimensión ligeramente diferente a la del resto”.

No todos creyeron siempre que en esos 1,91 metros y en un físico que no destacaba por su capacidad atlética había una superestrella que, como se ha dicho, tiene “una eficiencia ofensiva que desafía la lógica”. Cuando Curry acabó el instituto, salo Davidson en Carolina del Norte le ofreció una beca. Vieron el potencial de un talento sutil que ahora es evidente: la atención a cada detalle, la disciplina y ética de trabajo, el entrenamiento incansable, la superación de debilidades...

En el 2009 Curry estaba en el draft de la NBA. Su agente y su padre, Dell Curry, que jugó 16 años en la liga, querían que fuera a los Knicks, pero cayó en los Warriors, que entre 1995 y ese 2009 no habían llegado a play-offs. Su suerte había cambiado con esa séptima elección. Empezaba a nacer la estrella.

Un tobillo derecho dado a las lesiones hizo tambalear la fe en Curry en la temporada 2011-2012, en la que se perdió 56 partidos. Al año siguiente Nike, no igualó una oferta irrisoria para los términos habituales en la NBA y fue Under Armour quien fichó y lanzó el Curry One. Las ventas se dispararon. En Nike aún se tiran de los pelos.

Casado con su novia de la universidad y padre de dos hijas, Curry igual juega al golf con Barack Obama que fuerza a la NBA a organizar una conferencia de prensa internacional. Hambriento de más anillos mantiene esa humildad y accesibilidad. Le preguntaron a Jeff Hornacek si ha visto algo como Curry, el técnico de los Suns contestó “No, es ridículo”. H