Para los hinchas del San Lorenzo la distancia que separa el barrio de San Juan Boedo de Marraquech es mucho mayor que los 9.000 kilómetros que constan en el mapa. El Ciclón vive ahora uno de los mejores momentos de su historia, pero durante muchos años su gente ha soportado penurias, injusticias y burlas en una travesía por el desierto que les ha llevado hasta donde están hoy: la final del Mundial de Clubs.

Sin ese sufrimiento no se puede explicar la esencia del club. El gran drama de San Lorenzo llegó con la dictadura del general Videla en 1979. La junta militar aprovechó la delicada situación económica del club para invitar a los dirigentes a vender su estadio en el Boedo para construir ahí un centro comercial.

Estadio ‘Papa Francisco’ // Desde entonces San Lorenzo deambuló por varios estadios hasta que en 1994 se construyó el Nuevo Gasómetro. Pero las multitudinarias manifestaciones y una Ley de Restitución Histórica devolvieron los terrenos en la avenida La Plata a su dueño. Por 200 euros, cada aficionado puede adquirir un metro cuadrado. El nuevo estadio llevará el nombre de su seguidor más ilustre: el Papa Francisco.

La fe inquebrantable de unos seguidores -conocidos como cuervos-, inasequibles al desaliento ha mantenido con vida a un club peculiar. Considerado uno de los cinco grandes del país (junto a Boca, River, Independiente y Racing), San Lorenzo no ganó la Libertadores hasta el pasado agosto. Los 60 años de sequía continental avivaron las mofas de todos sus rivales, que utilizaban las siglas del club (CASLA) para hurgar en la herida: Club Argentino Sin Libertadores de América. H