No sabe lo que es rendirse y su capacidad de superación no tiene límites, sobre todo desde que un accidente de tráfico provocó que perdiese la mitad de su pierna izquierda. Antonio Llerena vio como su vida se transformó el 14 de septiembre del 2010, pero el golf ha sido el principal culpable de que haya podido mantener la ilusión cada día y que este infortunio no provocase un cambio más radical. «Tener la oportunidad de seguir jugando al golf lo es todo para mí. Me ha ayudado a mirar la vida con optimismo y me da estabilidad», comenta.

Y es que el golf ya era su pasión antes del accidente. De hecho regresaba a casa desde el Club de Campo del Mediterráneo, donde había estado jugando toda la tarde, cuando sobre las 20.00 horas y en la antigua N-340 —muy cerca de la ermita de la Magdalena— un coche invadió su carril, le golpeó y salió despedido 50 metros: «Cuando me detuve tras el golpe sentí un silencio absoluto, una sensación de paz y tranquilidad; pensaba que me había matado».

Era lo mismo que creían quienes lo presenciaron todo y quienes vieron el estado en el que quedó la moto, y también el conductor del coche, que se dio a la fuga. «No sé quién fue y no quiero saberlo nunca. Decidí no denunciar y pasar página de inmediato», señala, pero se sorprende de su actitud: «No entiendo cómo una persona puede hacer eso, aunque tuve la suerte de que pasó una patrulla de la Guardia Civil y no tardaron en encontrarlo».

Volvió a nacer

Llerena es consciente de que volvió a nacer ese día, pero también fue debido a dos factores: no perder el conocimiento en ningún momento y mostrar una enorme serenidad en ese momento: «Me toqué la cara y no tenía nada, me quité el casco, llamé por teléfono y me hice un torniquete en la zona afectada», como buen hijo de médico. Esto fue lo que le salvó, aunque la ambulancia solo tardó unos 20 minutos en llegar que para él «fueron eternos».

Una vez en el hospital tuvo que superar siete operaciones, que todavía le hicieron más fuerte. Fue en ese instante cuando se dio cuenta de que tenía más fortaleza mental de lo que pensaba y decidió que cuando regresase a casa miraría para adelante. No quería que un día de su nueva vida fuese muy diferente al que estaba llevando hasta el momento del accidente, pese a que había perdido parte de la pierna.

Y una de las primeras decisiones que tomó cuando todo volvió a la normalidad fue seguir jugando a golf, su gran pasión. Fue un año después cuando apoyado solo sobre una pierna dio los primeros golpes y en febrero del 2012 regresó al Club de Campo del Mediterráneo. Allí se reencontró con Víctor García —padre de Sergio—, que siempre le ha apoyado y quien le impulsó a entrar en el mundo del golf adaptado: «Me dijo que fuera al Campeonato de España y lo gané. Esto todavía me motivó más para competir».

Vida normal

Al Nacional ya fue con la prótesis en la pierna , un apoyo que le permite llevar una vida normal en todos los aspectos. Decidió seguir trabajando —«tengo una hija que pronto empezará la universidad y quiero darle unos estudios»—, conduce su vehículo —«a lo único que me obliga Tráfico es a que el coche sea automático»—.

Así, cuando termina su jornada laboral, practica su deporte favorito: «Los martes y los jueves voy al club, y los fines de semana, siempre qua hay torneo, voy a competir. Algunas veces, cuando me tengo que desplazar lejos, cojo mi coche sin problemas».

Y todo ello puede hacerlo debido a la prótesis, a la que se ha adaptado con el paso de los años. Aún no tiene la definitiva, porque como el propio Llerena señala «es como una especie de zapato, si te roza te salen llagas y tienes molestias». Es por este motivo que ha pasado tanto tiempo desde que se puso la primera e, incluso, la ha tendido que cambiar tras ponerse en manos de los gurús de la Comunitat Valenciana, los hermanos Carlos y Rafael Escribá.

Apasionado del deporte

Aunque el golf es su pasión y le ha ayudado tras el accidente, se considera un apasionado de los deportes. Estuvo en el equipo de competición de tenis del CT Castellón a finales de la década de los 70 y ha jugado a fútbol, pádel... «Los deportes siempre se me han dado bien», dice. También ha practicado esquí y llegó a ponerse los esquís con la prótesis, pero no se lanzó.

Tras recuperarse del accidente y «volver a nacer» decidió pasar página y mirar hacia adelante, pero «alguna noche» se despierta y ve la «imagen del faro venir» hacia él, admite.