Me decía ayer un futbolista del Villarreal que no entendía el motivo de la destitución de Molina y lo argumentaba porque consideraba que ellos eran los únicos responsables. Es evidente que el relevo del técnico es el último cartucho de Fernando Roig, tanto como que todo lo que le ha sucedido al Villarreal durante el año no era única y exclusivamente culpa de Garrido. Y eso que colaboró con muchas decisiones erróneas. El presidente también es responsable por permitir que acaparara tanto poder en detrimento de la política de club.

La destitución de un técnico siempre es un fracaso de la entidad, más si posee un contrato de larga duración. Pero cuando se opta por el segundo relevo en el banquillo en una misma temporada, el error crece exponencialmente. La autocrítica es una virtud que no está al alcance de todos. Roig es consciente de su responsabilidad.

El Villarreal no ha sido fiel a su idea. Desde pretemporada ha caminado con el pie cambiado y no me estoy refiriendo al traspaso de Cazorla. Y eso en fútbol se paga. Si en julio alguien me hubiera dicho que a estas fechas se iban a producir dos destituciones, seguramente le habría contestado que desconocía el Villarreal.

El problema del fútbol suele ser el forofismo acompañado de falta de argumentos, que acaba centrándose en el entrenador. Siempre hay excepciones. En Mediterráneo, siguiendo la línea de este periódico de apoyo incondicional a los intereses de Castellón, apoyamos el trabajo de Garrido, igual que el de Molina, porque ello significa hacerlo con el Villarreal, sin perder el punto de vista analítico.

Molina significó una bocanada de aire fresco en el vestuario. El modelo de liderazgo autoritario de Garrido no se podía sostener durante mucho tiempo y estaba condenado al fracaso como lo estaría en un periódico, una azulejera o una fábrica de coches por denostado y anticuado. El respeto se gana con el trabajo y la inteligencia, sin perder por ella la firmeza y el principio de autoridad.

Molina ha trabajado con honradez y criterio, pero ha sido víctima de la presión enorme del descenso. Desde Zaragoza, percibí tumbos indefinidos en sus decisiones. ¿Es un mal entrenador? Yo creo que no. Y es un tipo honesto. ¿El problema? La falta de experiencia para sacar adelante una situación tan comprometida. El segundo error de bulto del club, aunque en este caso si que se siguió la filosofía de promoción interna.

Pero el que se juega el dinero y su patrimonio es Fernando Roig. Recuerdo que el número de accionistas que acudieron a la ampliación de capital no llegó a 300. Por tanto, y como se ha ganado la credibilidad de todos los que queremos al club amarillo y su respeto, Roig tiene derecho a equivocarse y a rectificar, igual que el resto a hacerle ver sus errores.

Pero ahora la cuestión que nos tiene que unir a todos es salvar al Villarreal. Nos ha dado demasiado durante una década y no podemos dejar de otorgarle nuestro aliento. Hay mucho en juego. El principal trabajo de Lotina, si se concreta su fichaje, es recuperar la confianza de los jugadores. Quedan 11 partidos, 11 finales... Pero no se puede fallar más. Como me decía un futbolista amarillo, la culpa es de los que se calzan las botas. Y como les recordaba esta semana en Mediterráneo, en mayo llegará la hora del juicio final. Un momento del que no se escapan aquellos que lo saben todo, que son más listos que nadie y que arreglarían el mundo... desde la barrera. No en la arena, con el toro. Yo me incluyo en el bando de Roig, porque soy humano y me equivoco. Pero aprendí a rectificar y a trabajar mucho para intentar errar menos. En eso, y salvando las distancias, me parezco al presidente. Sigo diciendo que el Villarreal no está muerto. Queda vida y mucha gente que se desvive por su club y sufre. Hay que continuar peleando. H