Es muy distinto a Alberto Tomba, pero a los dos les une una cosa. La 'bomba' de Bolonia era expansivo, extrovertido, mediático, hecho para el espectáculo. Él, en cambio, es el paradigma de la modestia y la discreción. Eso explicaría que, a pesar de su exuberante trayectoria, Marcel Hirscher haya pasado muchas veces inadvertido a pesar de su fulgurante palmarés. Incluso en Austria, donde el esquí es deporte nacional, ha chupado rueda, en cuanto a popularidad, de antiguos campeones como Toni Sailer (triple oro olímpico en Cortina d’Ampezzo 1956), el rey de la velocidad Franz Klammer o el robótico Hermann 'Herminator' Maier. Dentro del esquí, el rey es el descenso, y todos ellos destacaron en esa especialidad. Hirscher, en cambio, es el jefe en las modalidades técnicas (eslalon y gigante), y de ahí la mayor discreción con que se viven sus incontables gestas.

La última de ellas, el pasado jueves, fue igualar las 50 victorias de Tomba en Copa del Mundo, al imponerse en el eslalon nocturno de Zagreb por escasas centésimas. Las suficientes, sin embargo, para lograr ese hito y situarse líder de una Copa del Mundo que ya ha ganado en nada menos que seis ocasiones. Y este año va a por la séptima. Con 50 victorias en pruebas individuales, este austríaco de la región de Salzburgo, que cumplirá 29 años el próximo 2 de marzo, se sitúa ya como el tercer esquiador con más triunfos, a 4 de Maier y a bastantes más, 36, del líder histórico, el mítico sueco Ingemar Stenmark, dominador implacable en los años 70 y 80 del siglo pasado.

"Igualar a Tomba representa mucho para mí, porque se trata de una leyenda viva del esquí mundial", aseguró Marcel tras lograr en Zagreb la tercera victoria seguida de la temporada. El austríaco sabe de lo que habla, porque cuando ganó hace unas semanas en Madonna di Campiglio tuvo la oportunidad de saludar al mítico esquiador italiano que, como él, marcó también una época, con cinco medallas olímpicas entre 1988 y 1994. A Hirscher, en cambio, el oro olímpico es lo único que le falta (tiene una plata de eslalon en Sochi 2014), y lo intentará dentro de un mes en Pyeongchang (Corea del Sur).

Desde los dos años

Hirscher, de natural discreto, no está muy preocupado por el lugar aún secundario que ocupa en Austria. "Es así y no puedo hacer nada para cambiarlo", asegura sin un deje de rencor este hombre que ha vivido siempre rodeado de nieve. Esquía desde los dos años. El entorno familiar le llevó a ello. De padre alemán (Ferdi) y madre holandesa (Sylvia), ambos eran profesores de esquí. Se conocieron cuando él la ayudó a colocar las cadenas de su coche bajo la nieve. Marcel se crió prácticamente en la cabaña de Stuhlalm, cerca de Annaberg, donde su padre pasaba la mayor parte del tiempo. El niño se pasaba los días en la montaña, correteando entre las vacas y haciendo equilibrios en una 'slackline', esas cintas que se instalan entre dos árboles. Ahí es donde se cree que el futuro esquiador desarrollo el sentido del equilibrio que le llevó después a encadenar éxitos sin parar sobre los esquís.

Hirscher, un prodigio físico de 1,93 (estado físico basado en la práctica del CrossFit), no limita su mundo a brillar en el deporte. Gran amante de los animales -su perro Timon, un cocker spaniel, le acompaña en muchas carreras-, también es un reconocido coleccionista de arte, especialmente de pinturas impresionistas, y un amante de la música: incluso ha llegado a componer canciones. En sus ratos libres es un apasionado de los videojuegos, de los que monta trepidantes partidas con sus colegas o familiares.