Pues miren, iba hacia el Madrigal por la calle Santa Bárbara. Al fondo, las banderas de preferencia, en el orden de la clasificación. Solo se veían tres: Madrid, Celta y Villarreal. Un punto entre blancos y groguets. Me senté y la diferencia, en juego, llegadas, motivación y concentración la marcaban los de Marcelino. Y pensé… ¿a ver qué pasa?

Y pasó lo de siempre, que la diferencia de un punto y del juego se salda con 480 millones de presupuesto. Eso, en la mejor liga del mundo --no la más pareja-- se traduce en pegada, calidad y profundidad de plantilla. Más aún si arrancas con dos laterales lesionados, Cheryshev censurado, Jonathan acabado de reincorporar al equipo y Gio saliendo de una lesión. Todo influye. Pero el Villarreal, con la humildad de los jóvenes y el orgullo de Bruno, no se vino abajo. Y faltaba la lesión de Musacchio.

Ganó el Madrid, pero esta vez no habrá que repasar la asignatura de física para medir la velocidad de Cristiano o sus saltos, porque sufrieron. Eso sí, en la mejor liga del mundo nos seguirán fustigando con la mediática rotonda de Valdebebas. Más accesible es la Ciudad Deportiva; mejor fue el juego del Villarreal, que lo intentó con ambición y … desacierto final. Pese a las diferencias, el Madrigal aplaudió con orgullo a su equipo. No era para menos. H