Leo Messi siempre tiene las mismas prioridades, digan lo que digan. Por mucho ruido que haya a su alrededor, el 10 las mata callando y así marcha, de récord en récord, resolviendo las pocas cuentas que le quedan por saldar. La última la liquidó ante el Las Palmas, al que de poco le valió cruzar los dedos para que no recordara que era el único equipo al que no había marcado. El conjunto insular no pudo escapar a su voracidad y pasó a formar parte de una lista interminable de víctimas: 35 equipos, nada menos. Solo hay alguien que le iguala, un símbolo madridista, Rául, que, curiosamente, por elogiar a Messi dejó de serlo para unos cuantos. Una frase de lo más inocente y políticamente correcta («un placer disfrutar de sus goles cada día», escribió en un tuit), desató una ola de críticas y reproches. Desde chaquetero a mercenario, lo más suave, pasando por insultos irreproducibles. Basta nombrar a Messi para que el madridismo también pierda el sentido común. Ni siquiera la coronación de Cristiano parece servirle de consuelo en esa interminable comparación entre los cracks.

EL SILENCIO DEL 10 // Empeñado en superarse a sí mismo cada tres días, en ser mejor que el mejor Messi, el 10 anda escribiendo una temporada estratosférica. Suma ya 27 goles en 24 partidos, una barbaridad, y solo ha dejado de marcar en seis. Afinado como está, ha anotado 8 goles en los últimos 7 encuentros. Fuera del campo, a Messi hace tiempo que no se le escucha y, de hecho, en su última aparición (24 de noviembre), la marca que le patrocina, Adidas, eludió trasladarle cualquier pregunta sobre su futuro. Otros han hablado por él. Por ejemplo, Luis Suárez, su mejor amigo en el vestuario. «Leo está muy tranquilo. El club sabe lo que quiere», resaltó el uruguayo. Mascherano, otro de sus fieles, se expresó en la misma línea: «No tengo ninguna duda de que Leo y el Barça se necesitan. Es una relación que ha funcionado para los dos».