Ocón Arráiz avivó el debate del VAR (videoarbitraje) con su pésima actuación. Dos errores garrafales, demasiado evidentes y que no necesitaban de las nuevastecnologías, marcaron el transcurso de un partido decantado por la actuación del colegiado. Un penalti inventado en contra del Villarreal y otro no señalado por unas claras manos de Lejeune, volvieron a desquiciar a los de Escribá como ya sucediera ante el Madrid.

Esa es la primera parte del análisis de lo que pasó ante el Eibar. La segunda no esconde los graves errores defensivos en una zaga que echó mucho de menos a Víctor Ruiz, y un Villarreal más anárquico de lo habitual y que otra vez no supo conservar la cabeza

fría en varios instantes claves del partido. La tercera parte es que el Eibar es un gran equipo y tampoco sería justo no reseñarlo.

Los defensores del VAR tuvieron motivos para continuar manteniendo su lucha por la renovación en el fútbol, aunque es complicado defender las tecnologías cuando tienes delante un árbitro tan flojo como el riojano. Decisiones tan claras como las que erró no requerían el videoarbitraje.

Las dos ciudades más pequeñas de Primera División se enfrentaban en un choque que ya ha dejado de ser anecdótico en la élite, aunque antes del partido el vicepresidente del Submarino celebrara la permanencia en la máxima categoría. Villarreal y Eibar son dos realidades de la élite del fútbol español por méritos propios, aunque no formularan su mejor versión. No estuvo el equipo de Escribá a la altura de los últimos encuentros, como si el parón liguero hubiera afectado, por inactividad, a su bien engrasada maquinaria de las últimas jornadas.

El entrenador amarillo dio descanso a los jugadores que venían de jugar con sus selecciones nacionales como Musacchio, Sansone o Jonathan, también con la vista puesta en la apretada agenda competitiva del equipo la próxima semana, con tres partidos en apenas seis días incluyendo el del Eibar.

El Villarreal entró bien en el partido, con ritmo y buenas llegadas al área. Soriano y Castillejo le dieron amplitud al fútbol amarillo e, incluso, el asistente se equivocó al señalar un fuera de juego inexistente a Bakambu, que evitó el gol del congoleño. Pero el otro David de Primera fue asumiendo el papel de Goliat en este duelo liliputiense. El Eibar, que no está arriba por casualidad empezó a coger posesión de balón y a tomar un rol principal en el juego justo cuando un centro de rosca de Mario era rematado impecablemente a la red por Roberto Soriano.

El Eibar saltó con la consigna de anular a Trigueros, el hombre que conecta el juego ofensivo del Villarreal con sus asistencias y esa visión del espacio que muy pocos futbolistas tienen. No estuvo cómodo el talaverano y al Submarino le faltó fluidez para generar juego y también mando. Sin embargo, Soldado estuvo cerca del 2-0, pero su trallazo fue repelido por el travesaño. El partido entró en una fase anodina, con un descenso alarmante del ritmo de juego y un Villarreal conformista.

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Pero de una parte primera parte insípida y hasta aburrida, se pasó a una segunda parte que tuvo de todo. Pero sobre todo dos errores arbitrales de bulto que sacaron al Villarreal del partido, igual que sucediera ante el Madrid. Dos jugadas, una muy clara, en las que apelar al VAR es casi una broma porque las manos de Lejeune eran más una cuestión de regulación de la visión del colegiado, puesto que el defensa francés extendió totalmente su brazo.

A los dos minutos de la reanudación, el colegiado señaló una pena máxima inexistente por un supuesto derribo de Álvaro a Kike. Pedro León lo ejecutó magistralmente y puso las tablas. Solo unos minutos después, un centro de Mario fue interceptado clamorosamente por Lejeune en el área. El Estadio de la Cerámica ardía de ira. Ocón Arráiz había perdido el control. Y el Villarreal también, cuando Kike García anotó el 1-2. Con todos los elementos en contra, los de Escribá intentaron poner una marcha más a su juego, pero cayeron en precipitación. El técnico del Villarreal apostó por la fórmula Adrián en banda, y quitó a Trigueros, muy deslucido, para dar entrada a Jonathan. Sin Castillejo el Villarreal perdió verticalidad y a uno de sus futbolistas más desequilibrantes.

Al Submarino le faltó orden, porque con el corazón no es suficiente, y tampoco fue el equipo solvente y que ofrece pocas concesiones en defensa. Un regalo de Jonathan a Inui concluyó con un golazo —por su definición— que dejaba al Villarreal muy tocado con un 1-3 en contra. Pero si alguna virtud posee este equipo que dirige Escribá es su orgullo y gen competitivo. Ni con dos goles de desventaja tiró la toalla y dispuso de opciones para voltear el marcador. El recurso fue el fútbol directo y el corazón. Soriano marcó el 2-3 en el 88. Aún tuvo Mario la gran ocasión para empatar, aunque en plena taquicardia el Eibar casi logra el cuarto en otro fallo garrafal de la defensa grogueta.

Demasiados errores, un árbitro que no tiene categoría para ser de Primera y un Villarreal que le puso corazón, pero al que le faltó cabeza para no salirse del partido. Un pinchazo inesperado que une al Eibar a la lucha por plaza europea, apretada hasta el final. La pelea por Europa continúa.