Fue el mejor futbolista de su generación, fue el germen de la Quinta del Buitre, fue futbolista de élite y fue el director deportivo con Florentino Pérez en el Madrid durante cinco años. Es Miguel Pardeza (La Palma del Condado, Huelva, 8 de febrero de 1965), licenciado en Filología Hispánica y autor de ‘Torneo’,editado por Malpaso, que ha recibido el Premio Panenka al mejor libro del año.

-¿Cómo ha sido el viaje de aquel niño al escritor de hoy? Un viaje sencillo. El origen del libro va sobre eso. Me di a conocer a través de un programa de televisión que se llamaba 'Torneo', que se emitía a finales de los setenta. Jugaba en el colegio, en el equipo del pueblo, llamé la atención de algún club y recalé en el Madrid.

-¿Leía ya de niño? Mis inquietudes arrancan de muy joven. No había muchos libros en mi casa, pero si una buena biblioteca. Como todos los niños, mi entrada a los libros se produce a través de los cómics, los tebeos. Empecé con Astérix, luego los cómics de Marvel… Es lo que me fue envenenando. Luego leí de manera obsesiva al llegar a Madrid. En la residencia donde vivía tenía muchas horas de soledad, de introspección y eso va muy ligado al acto de leer.

-Rompía el tópico del futbolista. Me he encontrado con gente que ha leído y ha estudiado carreras. No es la norma general. Me gusta pensar que el fútbol es un oficio muy exigente que debe completarse en una edad muy joven. Claro que hay tiempo de estudiar y hacer una carrera, pero es un mundo donde no siempre se te permite encontrar la tranquilidad o el aislamiento para leer. El que quiere hacerlo, puede, evidentemente, pero no es fácil.

-El futbolista que estudiaba era un bicho raro. Se ha querido ver una incompatibilidad entre una cosa y otra. Parece más normal, recurriendo a la imagen tópica, que el futbolista conduzca coches caros, vaya a fiestas y juegue a cartas. A mí me parece más raro hacer otras cosas que leer.

-Usted era una excepción. ¿Se sintió señalado? No. Tuve que oír alguna vez que algún petardo me reprochara si lees eso o aquello, pero no le di importancia. En todos los gremios hay prejuicios. Pero en general el fútbol es un mundo de tolerancia.

-Cuente su frustrado fichaje por el Barcelona. La hermana de José Luis Romero, que fue jugador del Barcelona, estaba casada con mi entrenador de La Palma, y a través de él me organizaron una prueba con los infantiles. Estuve una semana. De mi pueblo a Barcelona hay mil y pico kilómetros de aquella época, más de la mitad sin autopista. Mis padres se asustaron de pensar que me dejarían tan lejos de casa. Un mes después me llamaron de Madrid y, quizá por la mayor cercanía, dijeron que sí.

-¿La rivalidad Barça-Madrid está ahora sobredimensionada? Ha habido vaivenes. Según las etapas deportivas de los equipos. Si uno va bien, el otro está más tenso. Los medios de antes no son los mismos, y se han incorporado las redes sociales. El altavoz es mayor. Muchas veces hay más ruido en las redes que el que hubo en el campo, en la charla del bar o en la información de un medio.

-¿Hasta llegar a un punto insano? Las redes sociales son una innovación, por mucho que se critique, por muchos disparates que un descerebrado pueda escribir. Son inevitables, y no van a desaparecer. Tiene su lado bueno porque cualquiera se puede hacer oír y el malo que no hay filtros.

-Llegó al primer equipo como líder de una generación. La Quinta del Buitre nace en torno a usted. El título no lo di yo, no. Llevaba una buena trayectoria y se hablaba de los futuros aspirantes. Estaba en ese escalafón con Sanchís desde infantiles y se incorporó Martín Vázquez. Michel era dos años mayor, ya era uno de los elegidos, y más tarde se añadió Butragueño.

-Generaciones hay muchas; siempre es necesario que alguien apueste por ti. Es básico. Debutamos con Di Stéfano. El Madrid venía de una época complicada y gracias a él pudimos sacar la cabeza y consolidarnos en el mundo profesional. Al final, alguien ha de creer en ti, aunque también tienes que dar motivos para ello. Estuve dos años y luego me marché.

-Su problema fue la existencia de Butragueño. Sí, en resumidas cuentas, puede decirse así. Butragueño fue una aparición deslumbrante y en mi caso particular, clave. Me había ido cedido al Zaragoza y al volver el equipo estaba forjado.

-Y como profesional, ¿había tiempo para leer? Buscaba ratos. En el fútbol dispones de mucho tiempo, depende de cómo quieras invertirlo. Hoy es más fácil entretenerse con otras cosas.

-¿La lectura le servía para desconectar o era un hobby? Para desconectar, entretenerte, aprender… depende de las inquietudes de cada uno. Cuando tienes ese virus es raro que desaparezca, no conozco a mucha gente que se haya aficionado a leer de mayor. El contexto no acompaña: leer requiere esfuerzo y tiempo, es una actividad solitaria. No se puede leer en una partida de cartas.

-El salto al Zaragoza… Lo asumí con naturalidad, porque era consciente de dos cosas: que el fútbol no duraba siempre y que yo quería jugar. Pude quedarme en el Madrid y ser un jugador de sustituciones. Ante eso me planteé ir a un equipo más modesto y tener un papel principal, no de mero recambio. Jugué diez años en un club cuyas metas eran otras, pero formamos un gran equipo, ganamos dos Copas del Rey, una Recopa y pude ir al Mundial-90.

-Se retiró en México y empezó a buscar Pardezas. Terminé la carrera, hice el doctorado y a los tres años me llamó el Zaragoza. La función principal es esa, buscar jugadores, pero también dar una orientación deportiva al club. Depende del grado de competencias que tengas o la autonomía en la toma de decisiones.

-Ayudó a crear otro gran Zaragoza. Subimos de Segunda, conquistamos una Copa, una Supercopa, entramos en Europa, se ficharon buenos futbolistas… Milito, Oliveira, Villa, que fue de las mejores apuestas tratándose de una chaval de 20 años que jugaba en Segunda. Y Piqué, que jugaba muy poquito en el Manchester United. Lo intentamos fichar, pero el Barça ya andaba por ahí.

-¿Al bueno se le ve rápido? Sí, lo que no sabes es donde va a llegar. Quien diga eso, miente. Es la mitología del ojeador. Yo vi a Messi en un Zaragoza B-Barcelona B de Segunda B. Me pareció un buen jugador, pero no sé si habría dicho que llegaría adonde ha llegado. Igual que Cristiano. Ninguno de los dos, al empezar, eran goleadores. Lo que sorprende es la perseverancia: no es que hayan marcado una temporada 50 goles, es que llevan muchas marcando 50 goles.

-De director deportivo del Zaragoza, al Madrid. Estaba Valdano de cabeza visible y yo fui director del departamento de fútbol. No era el mismo trabajo que en Zaragoza. La toma de decisiones era de manera mancomunada porque implican inversiones muy grandes. Al final, el Madrid lo que hace es fijarse en los mejores, y, desde ese punto de vista, la figura no es tan preponderante ni esencial.

-Lo que queda es que ficha Florentino Pérez. Cualquier presidente, como en cualquier empresa, tiene mucho que decir. Desde fuera puede dar esa sensación. He estado muchos años en el Madrid y no es fácil sobrevivir allí.

-Una cosa es elegir el futbolista, otra si se invierte o cuánto se invierte. Si el presidente considera que se debe apostar estratégicamente por una figura… No se trata de hacer las veces de, sino de marcar la estrategia del club.

-En su época, la selección era la de la furia y ahora es la del toque. La transformación vino tras el Mundial-82, que fue un fracaso. Había antecedentes que invitaban al optimismo. Alemania había ganado el Mundial-74 y Argentina el del 78, y parecía que el que lo organizaba, lo ganaba. España estaba arrancando desde el franquismo, había síntomas de enmienda y fue un fiasco. Luego apareció la Quinta en un Madrid que ganó cinco Ligas y Cruyff, que le dio una vuelta de tuerca más.

-Con cuatro Ligas ganadas. Lo que decíamos, que no solo importa cómo ganas sino, sobre todo, que ganes. Sin quitarle méritos a Cruyff, que los tuvo, inmensos, el fútbol sin títulos no te lo compran. Cruyff es el padre del fútbol moderno del Barcelona, pero sembró donde ya había riego.

-¿Fueron dos semillas de lo que vino una década después? El problema del fútbol español es que la gente andaba perdida porque no se ganaba. Tanto Luis Aragonés como Vicente del Bosque supieron detectar un estilo que estaba cercano: parte de la herencia de la quinta y parte del Barcelona de Cruyff y se basaron en eso. Luis es el autor de la idea y Vicente la mejoró.

-En el futbolista pequeño. El futbolista pequeño era sospechoso de todo: no podías contra los alemanes de metro ochenta, contra la potencia de los italianos, contra Francia y el flujo migratorio que recibía… Al final se aceptó que el jugador español tiene unas características distintas. La tierra da lo que da. Aquí se convertía a Caminero de mediapunta, a centrales de mediocentros organizadores… Antes queríamos igualarnos a los demás porque ganaban. Ahora sabemos dónde estamos, hay un camino. Si volvemos a extraviarnos será para matarnos.

-La relación del fútbol y la literatura es como el agua y el aceite. No ha sido una relación fluida, no. Son dos mundos diferentes que se entienden mal. El fútbol es lo inmediato, apasionamiento, visceralidad y la lectura es reflexión, soledad. La cultura ha estado a espaldas del fútbol. Los intelectuales que dicen preocuparse por el pueblo, escuchar al pueblo, escribir para el pueblo, resulta que no hablan de fútbol. O no hablaban.

-¿Torneo es un libro autobiográfico? En parte. Hay mucho autobiográfico siguiendo el hilo del personaje que soy yo. Es una excusa autobiográfica para hablar de muchas cosas, para escribir y pasar un rato agradable.

-¿Está retirado del fútbol? Seguiré vinculado al fútbol pero a otro ritmo. Descartar no descarto nada, pero estoy en una actitud más selectiva.

-He leído que usted tiene 15.000 libros. Más o menos.

-Un lector compulsivo. Leo mucho, me gusta mucho. Igual podríamos hablar de un comprador compulsivo, ja, ja, ja.