Orange Arena de Bratislava (Eslovaquia), también llamado Ondrej Nepela, 11.000 espectadores en las gradas. Final del Mundial IIHF de hockey sobre hielo del año 2011. Frente a frente, la todopoderosa Suecia, con 8 títulos mundiales a sus espaldas en aquel momento —ahora tiene 9—, ante su vecina acomplejada, la eterna perseguidora, Finlandia, que solo había ganado uno.

El recinto estaba abarrotado. Como de costumbre, las aficiones estaban mezcladas y hermanadas. En el hockey hielo no hay enemigos. Era un David contra Goliat con patines afilados y un disco de caucho en medio.

En las casas de apuestas, Suecia era la aplastante favorita. Nadie contemplaba un triunfo finlandés. Parecía que ni hacía falta que los Leones de la Suomi se presentaran. Pero, «los partidos hay que jugarlos, ganará Finlandia».

Unas sabias palabras que me dijo el director técnico nacional de hockey hielo de la Federación Española de Deportes de Hielo, Karlos Gordovil, sentado a mi lado.

«En el deporte de élite la calidad no es suficiente. Hay que competir, y si bajas un ápice tu intensidad, cualquier rival puede ganarte», me añadió. Y claro, ganó Finlandia 6-1, logró su segundo oro de la historia y se quitó el complejo.

Ayer, algo similar pudo suceder en la Copa Davis, donde los jugadores de Croacia son infinitamente inferiores a los de España. Por fortuna, Roberto Bautista aplicó los consejos de Gordovil, respetó a los croatas y jugó al 100%. Y España pasó de ronda.