3si no fue un bucle interminable, la primera parte lo pareció. El Cádiz propuso como concepción de juego un 1-4-4-2 defensivo estableciendo la zaga a 20 metros de su área, comprimiendo y relacionando bien sus líneas, rentabilizó sus virtudes y anuló las del rival.

3OBVIAMENTe, al Villarreal no le hacía falta volverse loco con la renta que traía, pero comenzó siendo un equipo paciente que se fue atascando paulatinamente. Sus posesiones eran inocuas y en zonas irrelevantes; chocaba por el centro y no desbordaba por fuera.

3el encomiable orden colectivo andaluz cortocircuitaba todos los intentos de ataques de los locales, que no lograban asociaciones colectivas de calidad en campo rival. No había manera de encontrar superioridades numéricas ante el entramado defensivo.

3los dos puntas amarillos de ayer, Naranjo y Gerard, no tienen la verticalidad de los otros delanteros a la hora de atacar los espacios y, enredados en la maraña visitante, nunca divisaban un panorama favorable, entre tanta densidad humana y tan poco espacio para jugar.

3el cádiz, disciplinado, se estiró dos o tres veces, pero nada serio. El Submarino dominó, pero sin causar ni un solo daño. Es cierto que en el epílogo de la primera parte se llegó con más facilidad por la periferia del sector derecho; llegaron balones al área, llegaron rematadores; el problema era que no llegaban a coincidir.

3sin aparición de jugadores diferenciales y sin ocasiones de gol se nos marchó un primer tiempo que navegó en la sosería. El reinicio del juego trajo un susto cuando Migue se plantó ante Juan Carlos, que evitó el 0-1. Pero el escenario ya estaba más abierto.

3en la primera jugada de nivel del Villarreal, Jaume Costa llegó desde segunda línea provocando el penalti del 1-0. El gol tuvo un efecto terapéutico en los amarillos, que avivaron la circulación del balón haciendo bascular de lado a lado al adversario a base de creación corta y rápida desactivando la presión.

3la superior calidad técnica del equipo de Primera ya se imponía con claridad, aplicando la ley más sencilla del mundo: si tu tienes la pelota, no la tiene el contrario y, si no la tiene, no te puede lastimar, así que nos dispusimos a asistir a un monopolio amarillo.

3alguna vez intentó el Cádiz irse arriba, pero el desgaste ya le pasaba factura. No llegaba arriba y cuando perdía la pelota, en los retornos defensivos se quedaba partido en dos: un puñado de jugadores por aquí, otro por allá. Sin forzar, por la inercia, el Submarino sumaba llegadas y ocasiones, y Gerard brillo con otros dos tantos. H