Los árbitros se han convertido en el saco de los golpes ineludible después de cada resultado adverso. Últimamente parece que no hay derrota que no se acompañe de una queja agria contra el colegiado de turno. El lamento y la crítica se han expandido entre todos los clubs y han adquirido carácter de cotidianidad. Tras la batalla del Camp Nou protestaron, cada uno a su manera, tanto el Cholo Simeone, técnico atlético, como Luis Suárez, expulsado del partido y por tanto de la final.

"Me río de mi expulsión, es algo que se veía venir. Ha pasado lo que quería el árbitro. Estoy indignado", manifestó el uruguayo, quien hasta el martes nunca había visto una roja como jugador barcelonista. El Comité Técnico de Árbitros decidió ayer denunciarle ante el Comité de Competición por estas palabras. Se expone a una sanción de entre dos y tres partidos. Algunos diarios de Madrid recuperaron la etiqueta de bad boy, recordando que el delantero refusó marcharse a los vestuarios tras ser expulsado en el minuto 90, tal y como hizo constar en el acta el árbitro Gil Manzano. El Barcelona ya ha anunciado que recurrirá las tarjetas a Suárez y a Busquets.

"Una vez fuera del terreno de juego, el jugador número 9 del equipo F.C. Barcelona permaneció en las escaleras de acceso al túnel de vestuarios observando el partido hasta que éste finalizó, a pesar de que el cuarto árbitro comunicó en reiteradas ocasiones que debía marcharse a los vestuarios, haciendo, nuevamente, caso omiso a estas instrucciones", se leyó en el acta arbitral.

SIMEONE, TRANQUILO

El Comité de Competición no tiene previsto, en cambio, actuar contra Diego Pablo Simeone al entender que sus declaraciones no se refieren a los árbitros. "Tengo claro que tenemos más opciones en Champions que en Liga o Copa", afirmó el entrenador del Atlético, quien seguramente pensaba en el gol anulado al francés Griezmann y que hubiera supuesto el empate. El colegiado señaló fuera de juego.

En medio de la dinámica de protestas continuadas, el debate sobre la utilización de la tecnología en el fútbol se ha abierto paso a codazos. El ojo de halcón fue objeto de discusiones enconadas a raíz de aquel gol del Barça en el Benito Villamarín que no subió al marcador pese a que el balón cruzó holgadamente la raya de la portería.

No se ha hablado de ello tras la semifinal de Copa. Como tantas otras veces, el foco se ha puesto en la intencionalidad de las decisiones. En la arbitrariedad. A ella pareció aludir Simeone. También Luis Suárez. Como antes hizo Gerard Piqué: en la ida de cuartos de final de la Copa en Bilbao («nosotros queremos jugar al fútbol, no a la ruleta») y posteriormente en Villarreal («cada semana me dan la razón a lo que ya dije»). Y colosal fue también la protesta de Illarramendi, de la Real Sociedad, tras el duelo ante el Barça (0-1) también de Copa. «Otra vez lo mismo de siempre.... Otra vez», escribió en su cuenta de Twitter.

¿Tanto se equivocan los árbitros? ¿Tan bajo es el nivel del arbitraje español? Las opiniones varían, claro, pero evidentemente no todo el mundo parece dispuesto a reducir el tono de la crítica. Luis Enrique ha sido siempre en ello muy noble. "Hay que ayudarlos", suele decir.