No ha sido un fin de semana muy edificante para el fútbol y su consideración como espectáculo familiar. Los hooligans, especímenes de aficionados que parecían erradicados y de otra época, han actuado por toda Europa este fin de semana. Y no en los aledaños de los estadios, sino en las gradas, a la vista de todos.

Han vuelto las bengalas, las invasiones de campo, el lanzamiento de objetos. En Lille, en Londres, en Salónica... Resulta irrefutable que a la FIFA y la UEFA y al fútbol les ha rebrotado un problema de violencia y radicalidad que necesitan atajar cuanto antes, porque los incidentes de estos últimos días no aparecen como lluvias repentinas y aisladas.

Lo más esperpéntico tuvo lugar en Grecia, es evidente, con un propietario fanfarrón, el del PAOK, capaz de amenazar sobre el césped a un colegiado con una pistola por un gol anulado, como si fuera el jefe de un cartel mexicano de la droga campando autoritario por su finca. Lo nunca visto. El Gobierno griego se vio obligado a parar el campeonato.

La esperada sanción

La asombrosa profusión de bengalas en el estadio del PAOK de Salónica hizo palidecer las vistas en una grada del Paris SG-Real Madrid. Pero la Champions es la Champions y el tema fue abordado ayer por el prefecto de policía de París, Michel Delpuech. Este calculó que "fueron encendidas cerca de 150 bengalas", lo que provocó que hasta en dos ocasiones el partido tuviera que ser detenido. Ayer se anunció que siete seguidores ultras del club francés tendrán vetada su entrada en recintos deportivos. Falta ver ahora la sanción que la UEFA impone a la rica entidad que contrató a Neymar y Mbappé. Se espera un cierre del Parque de los Príncipes.

En Salónica, desde luego, se vieron muchísimas antorchas más. Fue un espectáculo espeluznante, coronado con la actuación chulesca del propietario grecorruso del PAOK, Iván Savvidis, pero ya nada sorprende en el deporte y el fútbol griego. Muy reciente tenemos el impacto de un objeto en un ojo de Òscar Garcia Junyent, técnico actual del Olympiakos. Y otras situaciones de similar violencia y exceso.

Sorprende más en Francia, pese a que el PSG empieza a acumular precedentes. El jefe policial parisino citó ayer el PSG-Niza del 27 de octubre pasado y el partido liguero contra el Olympique de Marsella del 25 de febrero y apuntó a la "responsabilidad del club en la prevención de estos incidentes”. En Lille, el sábado, más que bengalas, sorprendió que un importante número de aficionados saltaran al campo tras un frustrante empate ante el Montpellier para increpar a sus propios futbolistas.

Escenas desagradables en Londres

En Inglaterra se han realizado progresos enormes desde la época negra del hooliganismo, en los años 70 y 80. Los radicales del West Ham, en particular los famosos Inter City Firm, que merecieron incluso películas y documentales, parecían haber pasado a mejor vida, como los del Liverpool, o Milwall, pero en Londres se contemplaron escenas desagradables que han inquietado hasta al alcalde de la ciudad, a Sadiq Khan.

El presidente del West Ham fue golpeado con una moneda mientras cientos de aficionados exteriorizaron su furia por una derrota terrible ante el Burnley (0-3) para la necesidad de salvación del equipo. La contrariedad por los malos resultados llevó también a los aficionados del Hamburgo a clavar 11 estacas en forma de cruz en el césped. El mensaje era inequívoco.

Pero si todo ello resulta inquietante, más lo es la perspectiva de un Mundial en Rusia, nido de los seguidores más ultras, violentos y nihilistas del fútbol mundial. Todo un desafío para la FIFA. La mala reputación se vio agravada por los brutales incidentes en Bilbao en la previa del duelo entre el Athletic y el Spartak de Moscú y que culminó con la muerte de un agente de la Ertzaintza. No fue por una acción directa de una multitud enfurecida rusa. De hecho, en Bilbao cuentan con su grupo de radicales temibles, el Herri Norte, como los tienen el Valencia, el Atlético y el Sevilla, pero no han adquirido de momento la fea notoriedad de otras aficiones europeas.